En el primer tramo de la plaza de la Aurora crece desde 2014 a un ritmo imparable un ficus salido del muro de mampostería, a través de un registro de Sevillana. Hay que tener pocas luces si no se presiente el peligro.
El escritor y periodista malagueño Pablo Bujalance tiene una estupenda novela de ciencia ficción (Disolución) que elucubra sobre los últimos días sobre la Tierra y en concreto, sobre las personas que lejos de coger los bártulos y emigrar a Marte, deciden permanecer en nuestro planeta hasta que den las uvas.
Resulta complicado averiguar cómo serían esas últimas jornadas, lo que sí parece claro es que, tras la marcha del último humano, la Naturaleza se haría con el planeta, libre ya de zopencos que no creen en el cambio climático. Por muy mal que estuviera el panorama, las semillas darían su fruto y saldrían adelante.
Sin necesidad de que ningún político infantiloide apriete el botón nuclear, lo podemos comprobar de forma cíclica en el Paseo del Pintor Nogales, al que alguna vez le hemos dedicado una crónica porque en esta vía entre la Aduana y la Alcazaba, en el muro que soporta el Paseo de Don Juan Temboury, suele crecer con brío una planta que se abre paso hasta asomar a la calle.
El sobrio muro, un clásico de Málaga, de mampostería careada, es decir, que tiene las piedras labradas por el lado exterios, y concertada, porque las piedras tienen forman de polígono, unidas con un mortero de cemento, no es obstáculo para esta planta, que asoma gracias a un registro de la luz.
Tan llamativo portento, a la vez que peligroso, pues la madera que se abre paso por cables de la luz no es muy recomendable, nuestro Ayuntamiento lo corta de higos a brevas, cuando el arbusto deja de ser discreto.
Un caso parecido, pero dejado a sus anchas por eso de que por allí quizás haga décadas que no pasa un concejal, es el primer tramo de la plaza de la Aurora, presidida por unos cierres metálicos tan poco sugerentes que confieren a este espacio un aspecto de difícil mejora, anclado en los años setenta.
Desde luego, no ayuda tampoco el árbol, y parece un ficus de raíces aéreas, que al igual que en Pintor Nogales se vale de un registro de la luz para asomar a la calle con inusitada fuerza, y está por ver si el arbolito no terminará por cargarse el aparato.
Aunque no se trate de una ciencia exacta, las diferentes fotos tomadas por el gran hermano Google Maps, nos muestran que el ficus crece a buen ritmo desde 2014, sin que desde entonces nadie lo haya podado.
El autor de estas líneas intuye que como el árbol se ha metido por los recovecos de un aparato de Sevillana, el Ayuntamiento se toma con calma y hasta puede que se replantee su tala o extracción.
El caso es que, sea el Consistorio o Sevillana-Endesa el responsable de eliminarlo, la capacidad de reacción de estos dos gigantes institucionales recuerdan a la de un koala en plena siesta.
Ya puestos, ahora que vienen las fiestas, que le pongan bolas de colores, luces… pero cuidado porque al tiempo que alegra la plaza puede saltar la chispa de la Navidad.