Junto a Parque del Sur y Mangas Verdes se encuentra el pequeño puente del Arroyo Aceiteros, uno de los del Acueducto de San Telmo, que luciría bastante mejor con una pequeña rehabilitación.
Al hilo de la crónica de hoy, van a permitir al firmante que les recomiende un libro de la editorial malagueña ediciones del Genal. Se trata de Los niños del cauce, de Jorge Alonso Oliva, que recuerda de forma concisa, brillante y poética los veranos de los años 40 y 50 de su familia en la que durante los últimos años ha sido la sede de Parques y Jardines, la Hacienda Quintana.
El librito, del que acaba de salir la segunda edición, es una pequeña maravilla, un viaje al pasado, valga la redundancia, evocador que recrea con pocas palabras y al mismo tiempo, hasta el mínimo detalle, la infancia junto al Acueducto de San Telmo.
De hecho, los niños de esos veranos tenían a pocos pasos de la finca uno de los puentes del acueducto, el conocido como el del Nogal, además, claro, que el de Quintana, cauce abajo, más conocido como el de los Once Ojos.
Este paseo nostálgico por la Hacienda de Quintana, como subtitula el autor, viene a cuento porque el paseo por varios colegios electorales el pasado domingo permitió que el autor de estas líneas inspeccionara uno de los más próximos al casco urbano (de hecho, está metido en él).
Se trata del que salva el arroyo de Aceiteros y que tiene arriba Mangas Verdes y abajo Parque del Sur. En otras ocasiones esta crónica se lo había encontrado desmejorado, mayormente por la basura que acumulaba su canal de desagüe más cercano y por las pintadas.
La situación no ha cambiado mucho. Este pequeño canal, que conecta ya con la avenida principal del barrio, la avenida de Postas, tiene enredaderas que muy pronto impedirán el paso de las aguas con fluidez y basuras varias, evidencia de que el lugar se emplea para ejercitar el gaznate y para el posterior lanzamiento (posiblemente de espaldas) de latas y botellas. Así de cazurro puede llegar a ser el ser humano en su faceta más bebible.
Si continuamos por este canal, casi una acequia de altas paredes, podremos ver con todo su esplendor este pequeño puente de un arco, que sin embargo ya tiene la apariencia de un viejo monumento que podría datarse desde los romanos a los románticos, pues los puentes actuales en nada se parecen ya a estos perfectos trabajos de piedra.
Lo que sí le da aspecto de haber sido breado por los usos de nuestros días es su buen condimento de pintadas, algunas de ellas, afortunadamente desvaídas por el tiempo, expresiones de autoafirmación garrula en una obra del XVIII.
Estando tan a mano, siendo de tan pequeñas proporciones en comparación con otros puentes hermanos, no estaría mal que el Ayuntamiento se planteara adecentarlo, puesto que la fundación que lleva el acueducto es un organismo con tantas cabezas y administraciones, que el acueducto es de todos y de ninguno. Suerte.