La casa barroca que estaba oculta bajo ropajes del XIX revaloriza desde el punto de vista estético la plaza de Jesús Castellanos.
En mitad de la asombrosa jornada electoral del pasado domingo, una noticia se convirtió en una de la más leídas del periódico, pues no todo en la vida son votos y porcentajes: el hallazgo de una casa de los siglos XVI o XVII bajo un cascarón de arquitectura del XIX en la calle Beatas, asomada a la calle Granada.
La casa, con la engañosa apariencia de una matrioshka rusa, había despistado hasta a los técnicos municipales, que dieron por bueno que fuera de tiempos de La Regenta y no del Quijote (o puede que contemporánea de Lázaro de Tormes).
Sin que esto sea comparable al descubrimiento de Howard Carter, el primero en mirar de tú a tú al faraón Tuntankamon tras una pimporrada de siglos, esta vivienda proporciona un enriquecedor dato sobre lo que fue la calle Larios del Siglo de Oro, la calle Real, luego de Granada, en la que se asentaron las principales familias de la Málaga de la Reconquista, sin olvidar, claro, la calle de los Caballeros, que por algo llevaba ese nombre, y que cambió de denominación cuando los agustinos levantaron su convento.
Resulta emocionante saber además que por la fachada asoman unos ladrillos fingidos que podrían deparar una preciosa decoración barroca. Si finalmente se descubre toda la fachada, y parece que esa es la intención, la plaza dedicada a Jesús Castellanos tendrá un inusitado aspecto que renovará todavía más esta zona, en la que hace muy poco acaba de rehabilitarse el lateral derecho.
En el interior de la vivienda, una próxima casa de vinos, permanece intacto el sabor del barroco, la constatación casi mágica de esta permanencia de siglos, oculta por un obrador de panadería pero también por esas ordenanzas municipales del primer tercio del XIX -de las que hablaba el arquitecto Antonio Díaz, el recuperador de la casa- que ofrecía la posibilidad, para quien no echaba abajo su anticuada vivienda barroca, de disfrazarla de la modernísima arquitectura decimonónica, como fue el caso de esta.
Pero en buena parte, la pervivencia de este caserón bajo ropajes del XIX se ha debido al puro azar, pues azar es que durante las obras de consolidación del inmueble, hace algo más de una década, no se percataran del tesoro arquitectónico oculto.
Más dudas presenta el posible trozo de muralla de la Málaga Musulmana encontrado en su interior. El plano más antiguo de la ciudad, el de 1791 de Joseph Carrión de Mula deja constancia de las murallas supervivientes y su trazado pero por la calle Tomás de Cózar no aparece ninguna. ¿Pudo ser parte del complejo defensivo?, ¿parte de esa Puerta de Granada, la principal de la ciudad, famosa por ese súbito quiebro que todavía conserva el callejero (calle Medina Conde)? El académico de la Historia Manuel Olmedo cree que pudo ser otro tipo de construcción. ¿Parte de un almacén? Los estudios históricos lo dirán pero mientras tanto, disfrutemos de este adelantado regalo de Navidad.