La antigua sede central de Correos, propiedad de la Junta, que trata de quitársela de encima, es un gigante abandonado a su suerte, con bolsas de basura en los jardines, pintadas y sofás para indigentes.
En esta semana del último acelerón electoral hay un lugar en el que los actuales responsables políticos de la Junta de Andalucía no celebrarán un mitin ni aunque sea el último lugar sobre la Tierra.
Hablamos de la antigua sede de Correos junto al Guadalmedina, que desde que pasó de manos del Gobierno Central a la administración autonómica le ha ocurrido lo mismo que al retrato de Dorian Grey y ha envejecido de forma exponencial.
Este proceso ha sido tan acelerado, que más que un equipamiento público clausurado hace menos de una década, da la impresión de que nadie entra dentro a echar una carta desde que en España mandaba Carnicerito de Málaga (alias Carlos Arias Navarro).
Resulta difícil de explicar tanta suciedad y tanto deterioro, cuando el mando autonómico en la provincia, la Delegación del Gobierno, se encuentra al otro lado de la carretera, en mitad de la vecina Alameda Principal.
Si a eso añadimos que la antigua sede de Correos nunca quiso ir de incógnito y que su volumen y altura son especialmente llamativos desde cientos de metros a la redonda, ya me dirán qué excusa hay para no haber mantenido el edificio en un relativo decoro y no como escenario de la película Attack the block, una imaginativa cinta británica que recrea el combate entre los propietarios de un olvidado bloque de los suburbios de Londres y unos extraterrestres tan feos como voraces.
Esta misma semana la situación de Correos producía vergüenza ajena y no justifica su estado el que la Junta quiera quitarse el mochuelo de encima con el cambio de uso a hotelero.
Mientras esto llega o no llega, sigue siendo la propietaria del edificio y no debería tenerlo hecho unos zorros. Pero ahí siguen, por los siglos de los siglos, como síntoma directo del desinterés autonómico, los enormes grafitis de su fachada, el pequeño refugio de indigentes en el porche de entrada, sofás incluidos y lo más injustificable de todo: el estercolero que se acumula en los jardines, muy cerca de la escultura con el símbolo de Correos, la famosa corneta del cartero con el escudo real. Un símbolo venido bastante a menos.
Si los responsables que pueblan la sede de la Alameda Principal se dieran una vuelta sólo tendrían que asomarse a los jardines para comprobar que los mamíferos malaguitas con más aversión a la educación general básica han empezado a lanzar en su interior bolsas de basura, al tiempo que por los bucólicos jardines se desperdigan papeles, plásticos y hasta algún colchón.
Un panorama inaceptable que nace de la aversión de la Junta a hacerse cargo real del edificio mientras hace todo lo posible por desembarazarse de él.
Lo dicho, no busque mítines en este emblemático escenario porque por vergüenza torera y motivos de higiene, ni los extraterrestres se atreven a acercarse por tan siniestros andurriales.