Ayer sobrevolaba las grietas de las bóvedas de la Catedral un grupo de gaviotas que celebraba la llegada del sol. Sus graznidos eran festivos pero quizás también sarcásticos.
Estamos acostumbrados a que los vencejos nos anuncien todos los años la inminencia del verano. Más de una vez en esta crónica hemos hablado de su irresistible manía de jugar a las cuatro esquinas del aire mientras sobrevuelan, puede decirse que alegres y enloquecidos, la plaza del Obispo.
También se lanzan en picado y hacen piruetas mañaneras en la calle de Guillén Sotelo, la parte trasera del ABC (Ayuntamiento, Banco de España y antiguo Correos, hoy Rectorado de la Universidad).
Pero sin duda, aportan vida e insuflan unas pequeñas dosis de ánimo al verlos salir de sus nidos en lo alto de las columnas de la iglesia de San Gabriel, en Parcemasa, a donde los malagueños acudimos siempre por motivos nada festivos.
Como muchos saben, son pájaros con patas nada fuertes, incapaces de tomar impulso desde tierra y echar a volar, por eso siempre los vemos en las alturas, y su táctica consiste en dejarse caer de los nidos y volar en irracionales caminos aéreos, en realidad en busca de nubes de insectos que desayunar mientras voletean de un lado para otro.
También las gaviotas, en señalados momentos del año, nos empujan a mirar al cielo y seguir sus correrías aéreas, salpicadas, eso sí, de graznidos que nada tiene que ver con el tono discreto que emiten los vencejos. Ayer por la mañana fue uno de esos días. El cielo encapotado se había abierto por la Catedral y parecía que el azul otoñal, iluminado por el sol, era celebrado por un buen puñado de gaviotas, que sobrevolaba el templo mayor con un intenso alboroto pajariego.
La fortuna de no andar cabizbajo con un móvil en la mano hizo posible que un servidor mirara al cielo y disfrutara del espectáculo, de apenas un par de minutos. Las gaviotas parecían festejar el regreso del sol, pero sus agudos graznidos tenían un tono que por momentos parecía pasar del jolgorio a la burla. Cabilaba el firmante sobre este cambio del estado de ánimo cuando cayó en la cuenta de que, al sobrevolar el templo mayor, las gaviotas tenían una visión única de la terraza desprovista de tejado de nuestra Catedral, con las bóvedas desnudas y surcadas por preocupantes grietas, fruto de la impericia de la, por regla general, lenta de reflejos Junta de Andalucía.
¿Tienen las gaviotas conciencia administrativa? El número veraniego de 2011 de Cuadernos del Rebalaje, la revista de la Asociación de Amigos de la Barca de Jábega, es una monografía sobre las gaviotas de Málaga del biólogo Huberto García Peña. Allí destaca que, en contra de los que muchos pensábamos, hay muchas clases de gaviotas que frecuentan nuestra bahía: la gaviota reidora, cabecinegra, de Audouin, sombría, patiamarilla y la picofina.
La más abundante es la reidora, así que quién sabe si esos graznidos, además de reproches, no incluyen una risa sarcástica al ver el tamaño de las grietas de la segunda piel catedralicia.