El Pasaje de Meléndez, junto a la calle Ollerías, está lleno de vida vecinal, todo un reducto espacio temporal en el parque temático del Centro Histórico.
Hace unos días hablábamos de refilón de la ciencia ficción, una rama de la literatura y luego del cine que no nace con el patilludo de Isaac Asimov, ni siquiera con Julio Verne, pues ya hubo en tiempos muy anteriores a Carracuca cierto Luciano de Samósata que escribió una alucinante novelita sobre un viaje a la Luna, realizado en barco y con encuentros en la tercera fase.
Luciano fue el primero en hablarnos de los selenitas y a partir de ahí Stanley Kubrick sólo tuvo que tirar del hilo. Por eso mismo permitan que el autor de estas líneas elucubre con un modesto viaje espacio temporal de apenas un siglo, que es el que todos ustedes realizarán con sólo atravesar un modesto umbral. Se encuentra en la calle Ollerías, a mano derecha en dirección a la Cruz del Molinillo. Hablamos del Pasaje de Meléndez, llamado así en recuerdo de un cantero muy mañoso, Sancho Meléndez, que en el siglo XVII trabajó en las obras de la Catedral, cortando piedra por Teatinos.
El pasaje fue noticia hace unos años en esta sección porque el dintel que enmarcaba su artística verja, con un farol suspendido, estaba en el mismo estado de decrepitud que el arco de Carlos III en el Camino Viejo de Vélez, con la particularidad de que no se encontraba, como el arco, en mitad del campo sino en un sitio por el que entraban y salían a diario decenas de personas, incluidos turistas, pues el lugar merece visitarse.
El dintel se arregló, no sabemos si por los vecinos, por el Ayuntamiento o ambos, así que desparecido ya el peligro de desnucamiento, el viaje al pasado está asegurado, porque uno se transporta, como mínimo, a comienzos del siglo pasado o finales del XIX con solo traspasar la puerta y toparse con un pequeño y estrecho vergel cuidado por vecinos, un milagro comunitario en estos tiempos en los que el vecino del Centro se está convirtiendo, como el camaleón, en una especie en peligro de extinción. En el Pasaje Meléndez sobrevive el achinado artístico de hace casi 60 años y también el cartel con las letras de cerámica que anuncia el pasaje, también de entonces.
Sillas, enseres varios y un mundo de plantas pueblan este pequeño pasillo de otros tiempos, del que parece que va a salir don Narciso Díaz de Escovar, algunas de cuyas fotos familiares están tomadas en rincones como este, ajenos al bullicio de 2018. De hecho, da la impresión de que todo smartphone que cruce por este dintel se esfumará de nuestros bolsillos hasta que no salgamos de allí.
Un mundo de macetas, de ropa colgada, enredaderas y hasta una malla para aumentar la sombra… y no falta ni el gato. Cuesta creer que en el parque temático del Centro que se está gestando a marchas forzadas todavía queden rincones como este tan llenos de encanto y vida. La ciencia ficción, ya ven, pueden materializarse todavía en un rincón de la almendra histórica.