En la calle Nuzas, junto a la Laguna de la Colonia de Santa Inés, una pequeña zona verde con pinos y brachichiton da la bienvenida a lo que aguarda detrás.
El martes, en las alturas de los Molinos de San Telmo, el agua parecía caer del cielo y de la tierra al mismo tiempo, mientras el vecino Pantano del Agujero se había transformaba en un paisaje de exótico, con esos árboles en mitad del embalse, que antes dejaban constancia de la sequía, flotando ahora en un mar rodeado de un verde intenso, casi de selva indómita de Indochina.
Las mismas aguas que borran de nuestra memoria el pantano del Agujero hecho un páramo reseco son las que ahora devuelven a niveles dignos la Laguna de la Colonia de Santa Inés, en donde se puede comprobar cómo la petición vecinal de conectar el aliviadero de la depuradora de El Atabal a la laguna, hecha realidad por el Ayuntamiento, funciona.
Lo que ya no alcanza niveles dignos es un par de carteles informativos de la laguna, uno de ellos de unos talleres de la Junta, azotados desde hace tiempo por algunos cerebros rapados que han dejado los cartelitos convertidos en cuadros de Pollock, aunque difícilmente darán dos duros por ellos en una subasta. Haría bien nuestro Consistorio en cambiarlos y si no hubiera fondos – ni siquiera ahora que estamos en periodo preelectoral-sería más sensato retirarlos antes de seguir transmitiendo una imagen de caos y suciedad que poco tiene que ver con el parque de la laguna.
Ni caos ni suciedad se aprecian en una zona verde pegada a la Laguna de la Barrera que está funcionando muy bien como área complementaria al parque, gracias sobre todo a sus equipamientos deportivos y a su ración de parque infantil y gimnasio para mayores.
Hablamos de la calle Nuzas, un apellido citado deprisa y corriendo en un pasaje del Quijote que se refiere al pedigrí de Dulcinea del Toboso y por tanto, merecedor de calle.
La zona verde contigua a la laguna se reducía a mediados de los años 80 a una hilera exigua de árboles, aunque a finales de siglo ya se había hecho realidad esa palabra que le encanta a los arquitectos: un «bosquete», así que los vecinos de los bloques de la calle Nuzas, levantados sobre pequeñas huertas y tierras de labranza, han pasado de contemplar el árido paisaje de un extinto depósito de arcilla reconvertido en escombrera a tener en sus balcones una fértil laguna y en primer plano, el bosquete. En su mayoría está formado por pinos, cipreses y brachichiton. En suma, mucho árbol de crecimiento rápido para hacer olvidar el terrizo que todavía renqueaba en los 80.
El suave descenso de la calle Nuzas, paralela a la avenida Lope de Vega, que concentra todo el follón del tráfico, permite al paseante sentirse a las puertas de la Naturaleza, que de forma gradual tiene a un tiro de piedra gracias a este bosquete de bienvenida y a los graznidos de los patos que aguardan en la, por fin, realimentada Laguna de la Barrera.