El hallazgo de una inscripción en Pompeya que cambia de estación la destrucción de la ciudad obliga a pensar en qué interpretación darán los arqueólogos del futuro a una inquietante pintada en 25 Años de Paz.
El reciente descubrimiento de una inscripción en Pompeya con cierta fecha ha permitido constatar que la erupción del Vesubio que acabó con esta ciudad en obras se produjo un 24 de octubre anterior al nacimiento de Jordi Hurtado y no un 24 de agosto, como se creía hasta ahora.
A no ser que un romano con superpoderes se adentrara en pleno octubre en la zona devastada por el volcán para dejar una idiotez en la pared, hay que concluir que el Vesubio se salió de madre dos meses antes, lo que explicaría pistas detectivescas tan poco veraniegas como la presencia de braseros en muchas de las casas destruidas y lo más evidente: los arqueólogos localizaron castañas.
Pero lo que hoy nos parece claro como el agua ha sido hasta este hallazgo una turbia suposición que desmentían los textos clásicos. Bonita lección el que un garabato cuestione un texto canónico, muy probablemente mal copiado por un amanuense de otros siglos que, como Bartleby, el personaje de Melville, quizás lo que quería era tomarse unos días de asuntos propios.
Tan fascinante lección del pasado, en todo caso, vuelve a subrayar la importancia de las fuentes escritas, mayormente sobre superficies sólidas. Está por ver qué será de todo el caudal de imágenes, vídeos de gatitos y audios de chistes almacenados en móviles y nubes digitales si algún día la lava llama a la puerta de un servidor (de un servidor informático, se entiende).
Por todo ello, pintadas como la que adorna una pared de la calle Sargento Crooke López, en la barriada 25 Años de Paz, adquieren un inusitado valor, impensable hasta la fecha, aunque probablemente traerán de cabeza a los arqueólogos de siglos futuros. La pintada en cuestión es un prodigio de concisión, aunque no de corrección política ni ortográfica y parece muy influenciada por la catarata de series sanguinolentas de asesinos en serie. En concreto reza «El Franci cicopata» (sic).
Pese a la familiaridad con la que el autor trata al Franci -probablemente un conocido o incluso puede que un miembro de su pandilla- la calificación de ‘cicopata’, aunque sea sin acento y con cambio de consontantes, no deja de transmitir un mensaje tan inquietante como un tuit de Donald Trump.
Ignoramos qué demonios concluirán los arqueólogos venideros, pero confiemos en que no deduzcan que por este rincón de Huelin anduvo suelto un Hannibal Lecter sin bozal. El Franci, quién lo puede dudar, ha sido objeto en esta pintada de una ignominiosa campaña de descrédito. Que los siglos futuros le deparen un trato más digno, arqueológicamente hablando. Estamos con él.
Picasso
Si alguien concluye que solo es un apellido italiano, no vive en Málaga.