Entre la proximidad de las elecciones y la terrible tromba en Estepona, Ronda, Antequera y Campillos no hay que perder la esperanza de que nuestros políticos se planteen buscar una solución técnica para el Guadalmedina antes de ponerle plazas-puente.
Es una tradición grabada a fuego en la política malaguita (y española en general) que nuestros gestores públicos, sean cuales sean sus creencias religiosas, tengan en cuenta a la mártir cristiana Santa Bárbara, aunque solo sea cuando truene.
La reciente llegada en forma de azote de los cielos de un huracán más propio del Caribe que de la sobria piel de toro y las violentas torrenteras que han anegado el entorno de Estepona, Ronda, Antequera y Campillos, sin duda han encendido las alarmas de una compleja red de despachos de las administraciones central, autonómica y local. En vísperas además de una buena tanda de elecciones de aquí a mayo, esto no sólo significa la visita de políticos de todo pelaje sino, para alivio de los perjudicados, la urgente adopción de medidas.
Quizás, y solo quizás, el simbólico regreso de Santa Bárbara al debate político acelere la toma de decisiones, disuelva el cuajo administrativo y depare a nuestros políticos una visión global de un elemento de nuestra ciudad que hasta la fecha sólo conocen por bonitos planos y estampitas con recreaciones digitales. Hablamos del río Guadalmedina, que por cierto en estas fechas tan adelantadas del año tiene el aspecto de una selva indómita en la que bien puede aparecer una tribu perdida en la parte más próxima a la avenida de Fátima, o quién sabe si en la de la Rosaleda.
Esta tupida vegetación, ideal para que una tromba de agua arrastre arbustos y obstruya puentes, simboliza la inopia administrativa de nuestros representantes públicos, que no solo no actúan con contundencia en el cauce sino que llevan varios lustros instalados en la luna de Valencia, pensando en transformar la manida cicatriz del río en un bucólico espacio con plazas-puente, carriles bici y, suponemos, gimnasio para mayores, pero sin entrar de lleno en la madre del cordero: qué demonios hacer en caso de una avenida extraordinaria.
Hace unos días, el pasado 16 de octubre, el académico de Ciencias e ingeniero técnico Manuel Olmedo repetía entrevista en La Opinión 18 años después para volver a alertar de lo mismo: el cauce del Guadalmedina tiene capacidad para evacuar 600 m3 de agua por segundo, pero en el peor de los casos, con la presa del Limonero emplazada de forma inconsciente en la cabecera de la ciudad y el aporte de los arroyos, podría recibir 1.000 m3 de agua por segundo (un millón de litros), con lo que el río inundaría la ciudad y se produciría una tragedia de enormes dimensiones.
Cierto es, subraya el académico, que las probabilidades son bajísimas, pero ¿quién puede asegurar a largo plazo, con el cambio climático que sufrimos, que esas probabilidades no crecerán?
Crucemos los dedos para que, entre las próximas elecciones y Santa Bárbara, nuestros políticos contemplen el río de otra manera y antes de empezar con las plazas-puente, busquen una solución técnica para eliminar cualquier riesgo de una Málaga veneciana.