Los murales artísticos crecen como la espuma y convierten paredes medianeras como la del colegio Ciudad de Mobile, en Martiricos, en enormes obras de arte.
Del hermanamiento de Málaga con la ciudad estadounidense de Mobile, en el estado de Alabama, escenario de una de las victorias de Bernardo de Gálvez durante la Guerra de Independencia norteamericana, quedan pocas huellas en nuestra ciudad. Entre ellas, la escultura El árbol de la amistad, en los Jardines de Picasso y el colegio público Ciudad de Mobile, en Martiricos.
El único hermanamiento que parece funcionar con regularidad es el de Málaga y la ciudad bávara de Passau, al sur de Alemania.
Hace dos años, el colegio de Martiricos fue noticia por su esperanzador lavado de cara -como en su día hizo el instituto Pablo Picasso de Nueva Málaga- por la acción conjunta de un grupo de artistas que llenaron los muros y paredes medianeras del centro de murales artísticos.
Los más impresionantes, por su tamaño próximo a las producciones cinematográficas de Samuel Bronston, son los que pueden verse desde la calle Conde de Toreno. Con fondo rosa, las paredes medianeras exhiben a Pablo Ruiz Picasso con el lema Haz el arte y no la guerra, escrito en inglés, así como un segundo mural de inspiración japonesa en el que un sonriente monstruo transporta en la cabeza a un niño exultante de felicidad.
Desde la calle puede otearse además un mural interior de Nelson Mandela. Habrá que concluir que nuestra ciudad le ha cogido el punto a los murales artísticos, que cada vez con mayor intensidad están copando las calles, hasta convertirse en auténtico trampantojos del siglo XXI. Así que no habrá que extrañarse si en siglos venideros, los arqueólogos redescubren estos murales y los preservan, como ahora hacen con las pinturas barrocas de las viviendas del XVIII, escondidas durante tantas décadas tras la cal del XIX.
Se trata de una moda que ya apuntó maneras en los años 70 y 80 del siglo pasado, con las pinturas murales de enormes paredes medianeras en un par de bloques de viviendas del Palo, obras que aparecían en la Guía Histórico-Artística de Málaga de la catedrática Rosario Camacho.
Pronto hará falta una guía exclusiva de estas manifestaciones artísticas, por la rapidez con la que se están extendiendo. Una de las últimas, por cierto, ha sido la plasmación de la flora y fauna del cerro de la Tortuga en bloques del joven barrio de Hacienda Cabello, en la calle principal, Cirilo Salinas.
De la última hornada es también la transformación de una pared mugrienta y deprimente de calle Bolivia, próxima a la gasolinera del Carmen, en un fastuoso mural de los Baños del Carmen, con el cielo surcado por flamencos y en el mar, un delfín.
La recuperación de lugares degradados gracias al arte es una esperanzadora solución y señala el camino a seguir a los grafiteros montaraces que se emperran en ensuciar paredes con sus prescindibles firmas. Que hagan el arte, no el guarro.