El corregidor Fernando de Carrillo cuenta con dos calles consecutivas en Málaga, en una de las cuales resplandecen desde el año pasado unas preciosas pinturas barrocas con motivos religiosos.
Ayer vimos en esta sección cómo el blanco uniformador del XIX escondía el precioso barroco malagueño, que no había desaparecido en bloque con los severos cambios urbanísticos del siglo de Isabel II (y el primo de su marido).
Y si veíamos parte de la discreta decoración barroca recuperada tras la restauración de la alcubilla de calle Refino, la del Acueducto de San Telmo, el martes comprobábamos lo que uno o varios cenutrios armados con aerosoles pueden hacerle a la fachada de la farmacia más antigua de Málaga, de 1729. Quién sabe si en nuestra ciudad no se están gestando unos montaraces Comités de Disolución del Raciocinio (serían los CDR malaguitas, ojo).
Para inclinar la balanza hacia el lado de la civilización, la belleza y la mesura tenemos el ejemplo de la calle Marqués. En nuestros días, la llegada de la plaza de Enrique García-Herrera, conocida popularmente como la plaza de Camas, le ha dado una amplitud de miras que nunca tuvo.
Lo curioso de la calle Marqués es que la identidad del aristócrata la tenemos a continuación, en dirección al río, en el llamado Pasaje del Marqués de Villafiel, pues este noble es quien da nombre a la calle Marqués, y tiene su razón de ser, el que se encuentre por partida doble en este rincón del callejero, en que don Fernando de Carrillo, que así se llamaba, en tiempos posteriores a Mari Castaña (1672) fue el corregidor de Málaga que enlazó la actual calle y el pasaje con el puente de Santo Domingo.
Antes de su reforma las dos vías no tenían salida al Pasillo de Santo Domingo y terminaban en un murallón. Fue precisamente el dominico fray Alonso de Santo Tomás, el hijo bastardo de Felipe IV, quien solicitó al Ayuntamiento la desaparición del muro. Siguiendo una tradición secular, nuestro Consistorio se tomó con calma el estudio de la petición: Tardó 15 años en demolerlo.
Con la comunicación por fin abierta con el puente y el Convento de Santo Domingo llegaron tiempos de bonanza. Eco de esa buena coyuntura son las pinturas barrocas aparecidas en un edificio de calle Marqués que hace esquina con la calle Moreno Carbonero.
Las pinturas, de gran belleza, llaman la atención no sólo por la clásica arquitectura fingida, sino por adornos fingidos en forma de macetones y sobre todo por sendas representaciones de la Santísima Trinidad y la Inmaculada. Un panel de cerámica que da a la calle Moreno Carbonero aventura que la vivienda pudo pertenecer a un devoto de la Virgen, en una zona de gran carga religiosa, no sólo por la proximidad de la iglesia de San Juan sino también porque en la calle Marqués se encontraba el convento de Nuestra Señora de La Paz, el de las clarisas, desde 1862 en la Calzada de la Trinidad.
El Barroco de Málaga sigue adelante.