La recuperación de la alcubilla de calle Refino por el IMV nos ha regalado una obra de ingeniería con discreta decoración barroca.
Muchos de los que leen estas páginas pensarán que las administraciones, en lugar de documentos lo que mueven son placas tectónicas, por el esfuerzo y los años que pasan entre un movimiento y otro. Serían, por tanto, no sólo acciones burocráticas sino mayormente telúricas, lo que explicaría que asuntos aprobados en los plenos cuando Cánovas del Castillo hizo la Primera Comunión tarden tanto tiempo en materializarse.
Más de una vez hablamos del cuajo administrativo demostrado por la Diputación de Málaga en su fallido intento por recuperar la alcubilla de la calle Refino, uno de los elementos del Siglo de la Ilustración más bonitos de nuestra ciudad.
Como recordarán, un glorioso y legendario pleno supramunicipal de hace quince o dieciéis años se comprometió a rehabilitarla. Así que, dicho y hecho, pasaron los años y como la alcubilla no salía de su sopor y el abandono se acrecentaba, el Instituto Municipal de la Vivienda decidió repararla mediante un convenio con la Fundación Caudal y Acueducto de San Telmo.
Puede decirse que, pese a su pequeño tamaño, las obras nos han descubierto otra alcubilla completamente distinta, la que deja atrás ese blanco inmaculado que tan de moda se puso a partir del siglo XIX para borrar el siglo XVIII. El siglo XX, por cierto, siguió manteniendo ese encalado en muchas viviendas veteranas del Centro que en realidad escondían una preciosa decoración barroca.
Son innumerables los ejemplos de una Antigüedad mucho más colorida, y ahí tenemos el Partenón o esas togas que no eran todas blancas como salen las películas de romanos. También la alcubilla nos regala una escueta pero hermosa decoración barroca, pues se trata al fin y al cabo de una obra de ingeniería, pero que también merecía sus pinceladas de florecillas y arquitectura fingida.
Quedaron atrás los desconchones, las pintadas, el robo de la imagen de la Divina Pastora y también ese frontal verde de buganvillas que oscurecía la rejería donde se encontraba la imagen de la Virgen y que ocultaba todavía más el monumento.
Gracias a las obras del IMV este ingenio barroco ha vuelto a nosotros con un aspecto mucho más próximo a como lució en el momento de su inauguración. Pese a que muchos creímos que el Centro Histórico del XIX, construido sobre antiguos terrenos conventuales, había acabado con casi todo el Siglo de las Luces, siguen saliendo a la luz preciosas pinturas y decoraciones. Incluso en la humilde alcubilla de una obra de ingenería hidráulica. Así se las gastaban. Hable usted hoy de decorar una presa, a ver lo que le contestan…
El fallecido Javier Aguilar, el gran defensor del Acueducto de San Telmo, estuvo muchos años reclamando el arreglo de esta preciosidad. En las alturas habrá seguido con una sonrisa la ansiada rehabilitación. Va por él.