La farmacia más antigua de Málaga, lugar de tertulia del padre de Picasso y la parroquia donde se bautizó el pintor lucen degradantes pintadas de cenutrios en este inicio del octubre picassiano.
Por el reciente y estupendo libro del profesor Fernando Alonso, Comercios Históricos Malagueños, que ha publicado Ediciones del Genal, sabemos que entre los comercios más longevos del casco antiguo se encuentra un puñado de farmacias, quizás porque las dolencias y sus correspondientes curas nunca pasan de moda. Siempre hay un mercado forzoso de clientes.
La palma de la veteranía se la lleva la farmacia Bustamente, que perteneció al sardo Francisco Mamely y que abrió en 1739, en tiempos de Felipe V. Todavía sigue en nuestros días con Felipe VI en el trono y unos cuantos reyes y presidentes de república entre medias. Como recordaba Fernando Alonso, descendiente de comerciantes de Laguna de Cameros, en la farmacia se vendían por los tiempos de su apertura artículos como múerdago o espíritu de cuerno de ciervo. La llegada de la aspirina parece que racionalizó los fármacos.
En la fachada de la farmacia, por cierto, el Ayuntamiento de Málaga instaló hace años una placa para recordar que en este establecimiento de la calle Granada con la plaza de la Merced el padre de Picasso, José Ruiz Blasco, tuvo su tertulia. Allí parece que le sorprendió el terremoto de las Navidades de 1884.
Y hablando de Picasso, el terremoto al que se tiene que enfrentar el establecimiento, el segundo más antiguo de Málaga, es ahora el pictórico, porque uno o varios homúnculos tarugos se han dedicado a espurrear grafiti en la fachada de este precioso comercio, con especial inquina en la esquina con la calle Medina Conde, en la que el espurreo ya es mayúsculo.
Ayer, en uno de los meses más cruceriles del año, miles de cruceristas comprobaron lo que este verano un taxista escocés espetó a un servidor: que en comparación con su tierra, las ciudades españolas, además de distinguirse porque cada edificio suele tener una altura diferente al que tiene la lado, están llenos de pintadas.
Al estropicio que nuestros homúnculos del espray han perpetrado en la fachada de la farmacia más antigua de Málaga hay sumar el estropicio mayúsculo del la iglesia de Santiago por la calle que lleva su nombre, aunque los tarugos sin fronteras ya empiezan a dejar sus zarpas de colores en la fachada principal de calle Granada.
Por desgracia, no es la única iglesia histórica de Málaga aderezada por los cenutrios, pero al ser la más contemplada por los turistas, la que conecta la Catedral y el Museo Picasso con la Casa Natal, aparte de la parroquia donde se bautizó el pintor, deja en nuestros visitantes un poso amargo.
Así que este histórico tramo del Centro, en este inicio del octubre picassiano, se encuentra en manos de los vándalos.
Cierto que debemos convivir con ellos pero ¿qué necesidad hay de que sus deposiciones pictóricas nos acompañen todo el año?