La Laguna de la Colonia de Santa Inés luce estupenda, sin el sambenito de lugar degradado pero el bajo nivel del agua sigue siendo preocupante y por la orilla asoman mil y un escombros.
Sin la ley de la gravedad, incluso sujetos con las neuronas de plomo como el inquilino de la Casa Blanca flotarían por el aire. Sin embargo, con la excepción de los viajes espaciales y algunas atracciones científicas de feria esto nunca sucede.
La irreversibilidad de la ley hizo posible en el pasado, por ejemplo, que sujetos propensos al plomo neuronal despeñaran sus motos por la Laguna de la Colonia de Santa Inés, de tal forma que si algún día el Ayuntamiento se atreve a investigar el fondo, puede que aumenten los del Museo del Automóvil.
Esos tiempos tenebrosos quedaron atrás, por el eso el autor de estas líneas pudo comprobar el pasado miércoles el buen estado general del Parque de la Laguna de la Barrera, con esas parcelitas de olivo inmaculadas, como un campo de cricket inglés, y los setos geométricos que rompen la predominancia de plantas autóctonas, alrededor de una creación artificial como es la laguna; tan artificial como la Desembocadura del Guadalhorce o los Montes de Málage, así que no hay que despreciarla por su origen.
En este sentido, parece que nuestros gestores públicos han retirado definitivamente el sambenito de sitio olvidado y degradado a la laguna y la tratan ya como un espacio verde singularísimo, único en Málaga, pues la laguna de decantación de Teatinos es otra cosa, aunque los dos sitios se asemejen a un cráter milenario cubierto por aguas de Islandia, de esos que hollaban las criaturas de Julio Verne.
Como puntos preocupantes quedan los mil y un escombros (y puede que alguna moto) que algún día deberían ser retirados y que afloran en la orilla porque el nivel del agua, pese a la nueva tubería municipal, sigue siendo bajísimo.
Queda por tanto un último empujón para que podamos contar con un parque y una laguna dignas de entrar en las guías turísticas de Málaga.
Ni flores ni floreros
Como alguna vez ha teorizado este osado firmante, el predominio absoluto de los cantantes melódicos en la música española del siglo XXI ha dividido las letras de las canciones en dos grandes grupos: las que ensalzan el amor por alguien y las que analizan la posterior ruptura sentimental.
Moda tan arrolladora ya se deja ver en muchas pintadas de Málaga, que lejos de adoptar un tono irónico o reivindicativo, como era tradición, prefieren el que suele emplearse en concursos del ramo como Operación Triunfo o La Voz.
Es el caso de la que se encuentra en la calle Pintor Manuel Barbadillo, junto a la Laguna de la Barrera y que reza: «Ni un millón de abrazos, ni un millón de flores ni floreros bastarían para decir lo mucho que te quiero». No parece seguro que los floristas de la Alameda compartan esta tesis.
Hay que seguir regalando flores y no hace falta que sea en cantidades industriales.