El arroyo de La Caleta sigue a la espera de un cauce sin el tramo al mismo nivel que la calle, por donde se desborda. Hace año y medio el Ayuntamiento presentó un plan a los vecinos.
Las tempranas cañerías sumerias, la presa china de Shao Bei, el puente romano de Mérida, los acueductos de Segovia y Elbas, el decimonónico puente de acero sobre el río Forth, la presa de Asuán… Son incontables las obras hidráulicas memorables, antes de que se nos echara encima el siglo de los smartphones. Incluso en nuestra ciudad se embovedaron arroyos y hasta se le hizo un apaño estético al río Guadalmedina. (A la espera estamos de un arreglo que además de aportar belleza al río, aporte seguridad para los próximos siglos).
En todo caso estas evidencias constatan que en cuestión de ríos y arroyos pocos retos hay que no pueda salvar la técnica, y qué decir la de nuestros días. Por eso, muchos vecinos del Limonar siguen sin entender dónde estriba la dificultad técnica para que una parte del arroyo de la Caleta deje de pasar por el barrio a la misma altura que las viviendas, en estos momentos sin un puñetero tope que embride las aguas en caso de las trombas de tantos otoños.
Ahora que llegamos a la fatídica estación y que de aquí al verano nos aguardan las elecciones autonómicas, europeas, municipales y puede que las generales, tiempo es de recordar una de las más imperiosas reclamaciones de la Asociación de Vecinos Limonar-Caleta, que quiere que este peligro se erradique del barrio.
El Ayuntamiento, y esto hay que recalcarlo, presentó en febrero de 2017 un proyecto general de 11 millones de euros para ampliar la capacidad del arroyo y ha dejado en muy buen estado el cauce a la altura del puente sobre el Paseo de Sancha. Ya no hay ese mejunje de tuberías y montañas de tierra que propiciaba que las aguas del arroyo saltaran sobre la carretera, como pasó en 2012.
En abril, como anunció este periódico, la asociación de vecinos volvió a alertar sobre el peligro. El caso es que, en muy pocos metros, como puede apreciarse desde el puente de la calle Goethe, el arroyo pasa de tener un cauce bastante profundo a ponerse al nivel de la calle. De hecho, como muchos malagueños saben, el tramo que va desde la calle Ramos Carrión a San Vicente de Paul se encuentra hormigonado y los coches, hasta hace pocos años, aparcaban ahí.
Hoy se encuentra bloqueado por la parte de San Vicente de Paul por unos cubos de hormigón que harán más difícil el paso de las aguas más caudalosas. Además, la naturaleza se ha abierto paso y los hierbajos aspiran a llegar cuanto antes al cielo.
El panorama es pues de abandono y el riesgo sigue en pie. Por este motivo, la asociación de vecinos reclama sendos puentes para coches y peatones en estas calles, para acabar con este tramo de hormigón, que debería recuperar su anterior aspecto y rebajarse. Y todo para que el otoño no sea, además de la entrada al cole, la del agua del arroyo en las viviendas. La técnica casi todo lo puede. Ánimo.