Profesionales malagueños de todas las ramas, jubilados, amas de casa y estudiantes, entre otros, son los que más contaminan las playas de Málaga al usarlas de burdos cenicero.
Advertencia: las primeras líneas de este artículo puede que les recuerden una tertulia española televisada porque contienen varios improperios.
El amplio ramillete de insultos de la rica lengua española, en manos de los españoles del siglo XXI se ha quedado reducido básicamente a cuatro: idiota, cabrón, gilipollas e hijoputa.
El insulto de nuestros días ha dejado de lado las mil y una gradaciones que ofrecía esta manera de expresarse, pues no era lo mismo llamar a una persona hijo de satanás que soltarle perillán o melón.
En uno de estos improperios, casi desaparecido del habla diaria, perduran los ecos de sus raíces latina con enorme fuerza. Se trata de mentecato, que como saben viene de las dos palabras latinas mente y captus, es decir, que el mentecato es una mente cautiva o prisionera.
Aprisionadas por la nicotina hasta no ver más allá del cigarro, así deben de estar las mentes de los miles y miles de malaguitas que todos los años utilizan nuestras hermosas playas de burdo cenicero.
Años y años de esfuerzo educativo, la denodada entrega de cientos de maestros para que tuvieran una provechosa EGB, Primaria, ESO, BUP, Bachillerato, COU, PREU, y en su caso FP o carrera universitaria se van al carajo cuando alguna de estas mentes cautivas suelta la fatídica colilla en la arena sin que el más mínimo rubor coloree el rostro del infractor.
Todos, en muchos momentos de nuestra vida, nos hemos comportado como mentecatos, y aquí tienen el primero, así que no se deben asombrar si entre los sujetos que tiran colillas a la playa hay profesionales de la política, la sanidad, el derecho, la arquitectura, la astrofísica, la música… incluso de la enseñanza.
El pasado sábado el autor de estas líneas pasó un rato con la nueva asociación ecologista Anda Limpia, fundada este año, que se dedica a limpiar espacios naturales de Málaga (el martes se publicó un reportaje sobre el asunto) y lo más llamativo-terrorífico fue una enorme bolsa de colillas recogida en el cauce del arroyo Jaboneros, en la zona de la desembocadura de la playa de las Acacias.
Los voluntarios de esta asociación confirmaban que lo que más abunda en las playas malagueñas son las colillas, precisamente lo que más contamina (al parecer, una colilla tirada por un sujeto, ya sea notario, enfermero, registrador de la propiedad o un jubilado malagueño puede contaminar unos ocho litros de agua).
Cierto es que en la Ciudad del Paraíso no abundan los conos de cartón que se ven con más profusión en otras ciudades y que reparten los ayuntamientos. No parece que haya mucho presupuesto para cartón pero el problema es la mente cautiva de estos fumadores, ignorantes quizás de que se están comportando como unos mentecatos sin modales.