En el Museo de Málaga se encuentra el torso de mármol de un militar romano que pudo ser el emperador Augusto. Durante décadas, tomó el fresco en el Jardín de La Concepción.
A finales de mayo, el catedrático italiano de Arqueología e Historia del Arte Griego y Romano, Mario Torelli, ganador en 2014 del premio Eugenio Balzan, que está considerado el más importante para un arqueólogo, ofreció una conferencia en el Palacio de la Aduana.
Torelli, que ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, ofreció en su discurso de ingreso sus conclusiones sobre la Tumba del Guerrero del Museo de Málaga, la que fue localizada en la calle Jinetes y es la gran estrella de la Sección de Arqueología.
A su juicio, el guerrero enterrado pudo ser un jefe mercenario al servicio de la Málaga fenicia, en un tiempo algo anterior al nacimiento de Jordi Hurtado: Hacia el siglo VI antes de Cristo.
Esta hermosa indagación en la noche de los tiempos entronca con el precioso trabajo ofrecido por el médico, bloguero y voluntario cultural José Sánchez Mateos, quien en el boletín de primavera de la Asociación de Amigos del Jardín Botánico de La Concepción nos cuenta la historia de una de las estatuas romanas que se exhibía en el Museo Loringiano y que hoy se encuentra, como la tumba del guerrero, en la parte arqueológica del Museo de Málaga.
Se trata del torso de mármol del siglo II de un militar romano que bien pudo ser en realidad el emperador Augusto, por su manto imperial y la labrada coraza, en la que además de máscaras de leones y linces aparecen los dioses Oceanus y Tello, el indirecto mensaje de que quien lucía la armadura era el señor del mar y de la tierra. La estatua completa pudo ser la de Octavio Augusto en plena arenga militar.
Como destaca José Sánchez Mateos, el torso fue descubierto en Montoro (Córdoba) en el siglo XVIII y tuvo una existencia muy aristocrática porque lo compró primero el marqués de Villaceballos para su museo y tras su muerte, como los herederos arrumbaron la obra en un almacén, fue adquirido por los marqueses de Casa Loring allá por 1896.
Claro que la estatua pasó toda su vida en La Concepción a la intemperie, colocada encima de un miliario romano (una columna que indicaban los pasos de distancia).
Imaginen en una futura colección arqueológica del siglo XL, la estatua de Cánovas, en precario equilibrio sobre un viejo mojón rojo y blanco de la N-340 y tendrán una impresión parecida.
En el Museo de Málaga, a resguardo y limpiada, vive la obra una existencia menos movediza.
Al Puerto
El pasado viernes, un grupo de turistas de paseo por el Centro mostraba su interés por visitar «el Puerto 1 y el Puerto 2». Aunque haya gente para todo, habrá que deducir que tenían muchas ganas de conocer el Muelle Uno y el Muelle Dos y no el complejo penitenciario del Puerto de Santa María.