La decisión municipal de eliminar el Astoria nos librará de un edificio innecesario. El riesgo para el Consitorio estará en que gane cada vez más adeptos la opción de no reedificar.
Los malagueños que de niños y adolescentes hemos tenido la suerte de leer a Ceram, sabemos que no se trata de una marca de cirios para Semana Santa sino de C.W.Ceram, un periodista alemán que se hizo muy popular por sus libros de divulgación de la Arqueología de todos los tiempos.
Por eso, la perspectiva de que la Gerencia de Urbanismo haya dictado sentencia y finalmente acuerde derribar el bloque de los cines Astoria y Victoria, no es sino una estupenda oportunidad de sondear bajo sus cimientos el pasado, después de que nos libremos de un edificio no solo insulso sino un ejemplo señero de arquitectura-basura que nunca debió levantarse para ser vecino de la plaza de la Merced.
Al contrario que en Hoyo de Esparteros, donde las necesidades de rentabilidad económica de un futuro hotel han logrado que la normativa del casco antiguo se adapte al proyecto y no al revés, acompañado del próximo derribo de un edificio al que hubo que retirar la protección arquitectónica y un apaño de altura para los bloques de la ribera, la demolición del Astoria es una acción ajustada a la ética y muy necesaria.
En los últimos tiempos una profusa flora, la mayoría de cardos, había plantado sus reales en la terraza donde impera un tejado de uralita. Cuanto antes nos quitemos de la vista este obstáculo visual, mejor.
Además, durante las fallidas obras de remodelación de la plaza de la Merced se localizaron restos del veterano hospital de Santa Ana, un antiguo mesón del siglo XV, a las afueras de la ciudad amurallada, convertido en hospital del XVI al XIX, aunque en el XX todavía permanecía en pie la iglesia del hospital, si bien tuvo los usos más dispares posibles: cochera, carbonería y taberna.
La construcción del primitivo cine Victoria en 1913 parece que acabó con lo poco que quedaba de Santa Ana, así que la demolición del tosco bloque del Astoria, inaugurado en 1966, puede depararnos muchas sorpresas.
Está por ver cuánto dura el barbecho del solar resultante. Fuentes municipales se temen que si dura mucho el ínterin entre la demolición y la construcción del edificio siguiente, sea este el que sea, cada vez sean más los malagueños que le cojan gusto al solar y reclamen que se ajardine sin más para crear una amplia plaza de la Merced, aunque con ello se pierda su cuadratura decimonónica.
Ya hay muchas voces que quieren que no se construya en la parcela del Astoria, pero por otro lado, el Ayuntamiento hizo una compraventa bastante nefasta que le costó a las arcas públicas 20 millones de euros. ¿Qué hacer?
Un servidor aconseja, y más en pleno mes de agosto, el carpe diem. Es decir, disfrutar ante la perspectiva de la demolición y ante los restos arqueológicos que nos depare el subsuelo. El resto, cuando toque.