La puerta trasera de la parroquia de la Santísima Trinidad, la del convento de las clarisas, en la calle Covarrubias, es un desparrame vandálico de los anélidos del grafiti.
Despedíamos la semana pasada con un paseo (corto, la verdad) por la reducida calle Comandante, apenas un par de pasos pero intensos, porque cualquier curioso que se adentre por allí se verá inmerso en un escenario expresionista, aunque sea multicolor.
Pero hoy dejamos los andurriales de la calle San Juan para adentrarnos nada menos que por los alrededores de un convento que, casi desde su construcción en el XIX, miles de malagueños confunden con el vecino Convento de la Trinidad, y eso que dejó de serlo mucho antes de que nacieran sus abuelos y, si acaso, lo conocieron como cuartel, pues esta función tuvo hasta 1974.
Por otro lado, el de la Trinidad era un convento masculino de la orden de los trinitarios, mientras que el que está al lado es de monjas. Hablamos del Monasterio de Nuestra Señora de la Paz y de la Santísima Trinidad, de la orden de las clarisas. Y en esta última advocación trinitaria puede que radique el despiste, pues el convento se construyó justo al lado. Abrió sus puertas, eso sí, en 1862, cuando el convento masculino ya había cerrado sus puertas unas décadas antes, en 1835.
Y sin embargo, toda la historia de Málaga y parte del extranjero no es suficiente para conmover a nuestros metafóricos anélidos, ese reducido cuerpo de malaguitas que piensa con un aerosol y por lo que parece, piensa emular a Jackson Pollock, porque la puerta trasera de la iglesia del convento, la que da a la discreta y abandonada calle Covarrubias, es un desparrame colorista que deja la calle Comandante convertida en una aficionada.
Los anélidos autores de la pesadilla han querido, ante todo, que ningún trozo de madera exhiba su color original y se han despachado a fondo hasta conseguir hacer el memo con toda la paleta de colores.
¿Puede salir algo de esta acción pictórica-vandálica aparte de un dolor de cabeza de quien se tope con esta entrada? Difícilmente.
Además, la calle Covarrubias es lo más parecido a los bajos fondos del Puerto de Málaga en el siglo XIX, aunque hablemos de ese moderno concepto llamado puerto seco. Nadie pasa por la calle Covarrubias como no sea para añadir una pincelada de color a la puerta o para estudiar el crecimiento vegetal y la reproducción en los solares abandonados.
A este respecto, la parcela que culmina la calle es un buen ejemplo de ploriferación de vegetación amazónica, justo en la parte trasera del antiguo convento de La Trinidad, que precisamente estos días encara su quincuagésimo segunda transformación en equipamiento cultural, o esta es la impresión que tienen los cansados vecinos del barrio que, por si acaso, se muestran optimistas pero también escépticos.
Como ven, todo queda en casa. En la calle Covarrubias confluyen los dos conventos, el del pasado y el del presente, gracias a unas simpares criaturas.