En el culebrón del hotel de Moneo nuestros cargos públicos se han comportado como el sumiso empleado de banca de Atraco a las 3.
En el fondo, ha resultado enternecedor cómo las administraciones garantes de que nadie se salga del tiesto en esta ciudad han abierto las espuertas urbanísticas para que, al final, se pueda construir un edificio de diez plantas en un rincón del Centro Histórico donde antes sólo se permitían cinco.
Se trata, como todos saben, del hotel de la promotora Braser en Hoyo de Esparteros. Para llegar a tan sabia conclusión, nuestros representantes públicos, tanto los del Ayuntamiento como los de la Junta de Andalucía, populares y socialistas mayormente, han tenido que hacer suyo el Síndrome de José Luis López Vázquez, llamado así en recuerdo del gran actor español quien en la memorable película Atraco a las 3, interpreta a un sumiso empleado de banca, que se deshace con una clienta de buen ver.
En la escena, que muchos recordarán, el derretido macho hispánico recibe a la señorita Katia, que así se llama la interfecta, con estas aduladoras palabras: «Fernando Galindo un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo». Antes de soltar la retahíla, Galindo deja con la palabra en la boca a otra clienta, Rafaela Aparicio, no tan agraciada, claro.
Al Ayuntamiento no le costó nada sucumbir a los encantos del autor del proyecto, el premiado arquitecto Rafael Moneo y por ende, tratar con absoluta exquisitez a la promotora. La administración autonómica, por contra, se hizo de rogar. Hasta en dos ocasiones echó para atrás la propuesta con una rotunda negativa por la barbaridad que suponía. Pero a la tercera… sucumbió y el delegado de Cultura del momento, tocado por el síndrome de José Luis López Vázquez, dio su brazo a torcer y se transformó en un entregado empleado de banca.
El argumento de que en todo el frente del Guadalmedina ya se habían construido edificios tanto o más altos que el propuesto parece que fue definitivo y en lugar de servir de dique de contención para no repetir errores del pasado, la Junta cedió y abrió las compuertas.
En toda esta historia,siempre metafóricamente hablando, claro, Moneo ha sido la señorita Katia que hace que hasta los administradores más rigurosos bajen las defensas frente a los despropósitos urbanísticos.
Muchos estamos totalmente convencidos de que con un arquitecto del montón o incluso de renombre local encabezando el proyecto -metafóricamente hablando una Rafaela Aparicio- la Junta de Andalucía jamás habría autorizado demoler el edificio del creador de calle Larios, ni ocupar parte de una calle pública para un hotel que, literalmente, no cabe ahí.
Los promotores de medio mundo ya saben que nuestras autoridades, firmes a la hora de defender el patrimonio de Málaga, flaquean cuando se topan con arquitectos de currículum.
En esos casos, como hemos podido comprobar, se transforman en seguros servidores, en unos señores Galindo. Y claro, luego no se asombren si a muchos malagueños toda esta película nos parece un atraco.