La plaza del doctor Vargas Machuca, sobre le parking del mercado de Bailén, ha dejado atrás su aspecto siniestro gracias a varios murales.
La semana pasada lanzábamos al vuelo una noticia que, a estas alturas, ya estará cimbreando el árbol de la Humanidad, pues se trata del hallazgo en las calles de la Trinidad de un posible Homo basurensis, un homúnculo que tiene por costumbre atávica lanzar sus bolsas de basura a las casas abandonadas que hay frente a su madriguera.
Tan importante y a la vez, triste hallazgo de calle Bailén, puede que nos haga dudar seriamente sobre el avance de la Humanidad, pero no debemos perder la fe. Como nos aconseja el periodista Ramón Trecet, hay que tratar de buscar la belleza y, justamente, si dejamos atrás al homínido cavernario de la basura, podemos toparnos con ella, literalmente, a la vuelta de la esquina.
Porque en la esquina comienza la entrañable colonia obrera de San Eugenio, de la que alguna vez hemos hablado. Y si nos adentramos por la calle Pacheco Maldonado nos toparemos a la derecha con la plaza del doctor Vargas Machuca, en realidad una cuesta que culmina en una gran terraza sobre el aparcamiento frente al mercado de Bailén.
El Ayuntamiento adecentó este espacio con vistas a los altibajos urbanísticos de Málaga, con sus vaivenes constructivos alejados de la lógica humana, solitarias paredes medianeras y bloques ciclópeos donde no estaban previstos. En todo caso, por un esperanzador lateral se ven palmeras y casi alineadas, las torres de la iglesia de San Pablo y de la Catedral.
Inaugurada la plaza hace unos años, fue pronto tomada por las hordas, que satisficieron sus bajos instintos pictóricos con pintadas de cuarto nivel, en las que predominaba un nivel intelectual próximo al ‘caca, culo, pedo, pis’ y en suma, una colección de exabruptos y dibujos fálicos que sólo deberían escandalizar a los padres y maestros de estos fallidos genios.
El Ayuntamiento, con la colaboración de colegios de la zona, tuvo la buena idea de darle la vuelta a la situación y acabar con este submundo del arte, precisamente, con grafitis de calidad que sustituyeran a tanto chunguerío. Con el programa Málaga más bella y también con la colaboración de colegios del distrito, la plaza ha cambiado de manera exponencial y ha dejado de ser una oda a los bajos instintos, para convertirse en un esperanzador espacio urbano, con lemas como «¿Cómo quieres Málaga? Empecemos por esta plaza¡¡» o «Abramos las puertas que fluya la cultura».
Murales dedicados a la paz, la interculturalidad, el respeto y la tolerancia, por parte de los colegios; paisajes que introducen al espectador en la estética manga; aves exóticas y sonrisas han puesto coto al exceso de testosterona.
Queda, eso sí, por erradicar un problema que, sin necesidad de ser Maigret, se adivina con sólo escrutar el suelo y los bancos: la plaza es un centro de empoderamiento de botelloneros…