El Ayuntamiento realiza un nuevo arreglo estético de la plaza de Camas, que se le sigue resistiendo, mientras continúa careciendo de lo primordial en esta estación:
de más sombra.
Dice el conocido dicho que los errores de los cocineros se cubren con salsas, los de los arquitectos con flores y los de los médicos, con tierra.
Tan contundente catálogo para sortear con dignidad las meteduras de pata profesionales se olvida de que los expertos en Urbanismo también echan mano de las flores para aminorar alguna reformas que no han resultado tan idílicas como anunciaban.
Quienes sean asiduos de esta sección o de las notas municipales quizás concluyan que el lenguaje de muchos urbanitas malagueños está bañado en caramelo.
Se trata de una modalidad del español untada con miel y perlada de dulces eufemismos, capaz de convertir la reforma de un vertedero en un escenario de las Mil y Una Noches, gracias al diestro manejo de las florituras verbales.
Eso sí, un informe de este tipo ya puede contener las alharacas lingüísticas que quiera, que si el arquitecto o el técnico no añaden que la obra establecerá «un diálogo» entre lo viejo y lo nuevo, aunque sea de sordos, lo expuesto se considerará ajeno a los cánones.
Algunos de estos elementos han acompañado la plaza de Camas desde su inauguración y pese al frondoso aderezo verbal, la plaza sigue sin acompañar. En la mañana de ayer, trabajadores de Parques y Jardines daban los últimos toques al ajardinamiento de las zonas verdes, las jardineras en forma de planos inclinados que tan poco han calado entre vecinos, comerciantes y paseantes.
El Consistorio está plantando flores en las diez jardineras que acompañan a las erythrinas (árboles del coral) pero en una plaza como esta, con un aparcamiento debajo, sigue faltando lo fundamental: la sombra.
Porque, pese al extenso vocabulario técnico-poético de nuestro Ayuntamiento,digno de ser recogido en grueso volumen por la editorial Visor, no hay forma humana de que planten pérgolas que proporcionen sombra en condiciones. Es como si la condición sine qua non para trabajar en la administración local fuera el defender las cualidades terapéuticas de la insolación.
Hace unos días hablábamos de las absurdas pérgolas del Parque Litoral y un poco antes, de las que se encuentran en la plaza de la Biznaga, en la barriada de García Grana, que a duras penas cumplen su cometido. Siguiendo la tradición malaguita, la pérgola de la plaza de Camas da una sombra esmirriada y la mayor parte del día, inútil, por su emplazamiento, pues es el edificio que tiene al lado quien la proporciona.
El que se encuentra solo ante el peligro es el parque infantil de la plaza, perfecto para que niños de todas las edades alcancen la temperatura de cocción.
Los errores se podrán tapar con flores pero, la verdad, a muchos no nos importaría que se mantuvieran, siempre que fuera a la sombrita.