Desde hace unas semanas falta de su lugar de origen una placa de bronce que recordaba a Norman Bethune presuntamente fundida por algún desalmado. Más suerte tuvo la tabla de la Lex Flavia Malacitana.
Disculpen que uno se ponga obvio como José Antonio Camacho, pero para comprender el pasado los testimonios gráficos son vitales.
Está por ver si los soportes digitales aguantarán el paso de los siglos o si acabará con ellos un cataclismo o un hacker ruso.
Las que sí han demostrado aguantar lo suyo han sido las inscripciones sobre piedra, en su gran mayoría las funerarias, de ahí que, de forma escueta, como un currículum de los que están en boga en nuestros días, conozcamos la vida y milagros de soldados, tenderas, panaderos y esclavos de la Hispania romana. La paradoja es que, en las próximas centurias, lo mismo aguantan el tipo mucho más que mil horas de apasionante cháchara de El Rubius.
Los testimonios sobre bronce también resisten lo suyo. Ahí está la Lex Flavia Malacitana,que soportó el olvido enterrada durante siglos en el Barranco de los Tejares, cerca del Ejido, en la zona que hay entre las calles Tejeros y Berlanga.
En 1851, en esa suerte de enorme cantera para extraer arcilla para las tejas, unos trabajadores localizaron dos grandes tablas de bronce. Jorge Loring y Amalia Heredia evitaron al comprarlas que acabaran fundidas y con ellas, que se perdiese un trozo muy importante del Derecho Romano. Como no se fiaron de la sensibilidad cultural de su ciudad, después de algunos años expuestas en el Museo Loringiano las tablas fueron vendidas al Estado a finales del XIX y por eso se encuentran sanas y salvas desde entonces en el Museo Arqueológico Nacional (aunque un préstamo temporal a Málaga una vez al siglo no estaría mal).
Un error más que secular que permanece incrustado entre nosotros es referirnos a la Lex Flavia Malacitana en plural: las supuestas tablas de esta ley romana. En realidad, de la Lex Flavia Malacitana sólo se encontró una, aunque los expertos calculan que el conjunto original tenía entre cinco y siete tablas. La segunda que se localizó era en realidad la ley municipal de Salpensa, cerca de Osuna, así que en el Museo Arqueológico Nacional lo que se expone es una sola tabla de la ley de la Málaca romana.
Resulta paradójico cómo, hace casi 170 años, dos malagueños impidieron una salvajada propia de la incultura de la época, la fundición del bronce de las dos valiosas tablas pero en la Málaga actual, con su educación generalizada desde hace décadas, salvando las distancias se ha repetido una fechoría parecida, aunque con menor valor: del Paseo de los Canadienses, casi frente al Peñón del Cuervo, ha desaparecido la placa de brone que recordaba al doctor canadiense Norman Bethune, que atendió in situ a las víctimas de la Carretera de Almería en febrero de 1937.
Fuentes municipales creen que la placa ha sido robada para fundir el bronce.
Ya no sería un problema de incultura sino de egoísmo y falta escrúpulos.