El próximo gran parque de Málaga, ya en marcha, convierte en demasiado accesible a los gamberros el cementerio judío. Hay que ponerse en la cabeza de los mentecatos y prevenir todas sus gestas.
El idioma español es tan rico y sorprendente que contamos con un término para la persona que joroba los finales de las películas al contar el desenlace: reventador. Sin embargo, la frase en spanglish «hacer un spoiler» es la que se está imponiendo.
Opten por la versión en español o en inglés, ojo para los que todavía no hayan visto, a estas alturas, la desternillante película de Stanley Kramer El mundo está loco, loco, loco, estrenada hace 55 años, porque hablaremos del final en el siguiente párrafo.
Como saben, los desquiciados protagonistas recorren cientos de kilómetros en coche, bici y hasta avioneta para llegar los primeros a un parque en Santa Rosita, California, donde hay escondido un tesoro bajo una gran uve doble. La W, finalmente, es la que forman cuatro grandes palmeras.
No hay tesoro escondido en la gran loma, cuajada de altivas palmeras, que domina ya el futuro Parque de San Rafael, porque el tesoro se encuentra en sí en esta futura gran zona verde del Camino de San Rafael, de la que desde otoño ya hay abierta al público una pequeña parcela, con entrada por la calle Félix García Palacios, la de la única parte del antiguo camposanto con el uso original: el cementerio judío.
Por debajo de la zona abierta las excavadoras remueven la tierra entre los cipreses, mientras un mar de hierbas secas junto a la pirámide blanca que rememora a los fusilados por el bando franquista nos recuerda que para algo el refranero habla de junio como el mes de «la hoz en puño», el de la siega.
Un parque infantil grandioso, con atracciones de madera que simulan animales, trenecitos y hasta un coche de bomberos (sin pegatina de protesta) es, junto a la loma con palmeras y un corto paseo peatonal, lo único a disposición del público hasta la fecha, quitando un parque canino más abajo.
Lo que ya se adivina, siguiendo uno de estos paseos, es que algo tendrá que hacer el Ayuntamiento con el vecino cementerio judío, pues el desnivel del terreno posibilita que la tapia que lo rodea quede casi a la altura de cualquier energúmeno, que sólo tendrá que saltar (eso sí, desde una buena altura) para colarse o también existe la posibilidad de que practique la puntería con ñoscos contra las lápidas de abajo o el lanzamiento de basura.
No se trata, ni mucho menos, de dar ideas, ni de ser un reventador del parque, sino de ponerse en la cabeza de un mentecato y adelantarse para que no actúe con éxito. Con el parque abierto, el cementerio judío será mucho más accesible a los gamberros, y ya se sabe lo que, hace unos 15 años, un grupo de cenutrios del botellón fue capaz de hacer en el Cementerio Inglés.
El mundo sigue estando loco, loco, así que prevenir nunca estará de más. Las palmeras de San Rafael no pueden representar la gran uve doble para ningún vándalo con ganas de destrozar.