Al hilo del encuentro en Singapur de dos de los líderes mundiales más completos del globo sacamos a colación la situación cercana al Paralelo 38 de una calle de Campanillas.
Les separan varias décadas, pero son dos niños incultos y caprichosos. Nunca antes en la historia reciente de la Humanidad se había dado tamaña conjunción de tarugos en la política internacional.
Por eso, al hilo del reciente encuentro en Singapur entre la bestia parda de Donald Trump y el sátrapa de Kim Jong-un -y les deseamos el mayor de los éxitos para la pervivencia de nuestro planeta- hora es de darse una vuelta por nuestro particular Paralelo 38 malaguita.
Como saben, el auténtico Paralelo 38 coincide con la línea divisoria entre el paraíso de los presos políticos y el infierno occidental: entre la República Popular Democrática de Corea del Norte y la República de Corea, a secas, que es la del Sur.
Los testimonios de los norcoreanos que escapan de la monarquía absoluta de la familia Kim y el de cierto escritor anónimo que escribe cuentos sobre el día a día en Corea del Norte pintan un panorama estremecedor, a años luz de la vida diaria en Corea del Sur, por mucho que haya dado al mundo la canción Gandam Style.
En Málaga, un contraste brutal entre dos realidades vecinas podemos verlo en la calle Hortensia, objeto de denuncia de la asociación de vecinos Evolución de Campanillas desde hace bastante tiempo.
Porque en esta parte del barrio, la Hacienda Segovia, hay, a la derecha, un suntuoso parque mantenido por una urbanización, que cuenta con estanque, paseos, pérgolas con parras para dar sombra (todo un lujo en Málaga, poco dada a estas obviedades del modo de vida mediterránea) y hasta con un pequeño auditorio.
Por contra, en la acera de la izquierda la calle Hortensia linda con un terreno agrícola que tiene un pequeño desnivel de tierra, en el que los personajes más incívicos lanzan todo tipo de electrodomésticos y objetos varios, aunque delante de sus narices tengan una hilera de contenedores, algunos de ellos con aires antediluvianos.
Es lo opuesto a un punto limpio, se trata de un punto guarro en el que los objetos que deben ser depositados en lugares para su reciclaje permanecen despanzurrados en una larguísima cuneta.
En el momento de la visita del firmante, un cacharro metálico ignoto fabricado en Alemania dormía el sueño de los justos al lado de sillas y mesas destrozadas y una retahíla de desechos que como recordaba hace un par de meses la presidenta vecinal, Carmela Fernández, fomenta la presencia activa de ratas y cucarachas.
Este es nuestro Paralelo 38, aunque al tratarse de una línea, no se descarta que haya más puntos en la ciudad. Habría que rebajar la tensión diplomática y sobre todo, la porquería.
Si jefes de Estado como esta extraña pareja pueden hacerlo, ¿porqué no vamos a poder por estos andurriales?