La chimenea de la Cros, frente a la Tabacalera, luce integrada entre dos bloques de viviendas sin la apretura irracional de la de La Malagueta. Los tiempos, menos mal, mejoran.
Hace un par de días dejamos la chimenea de Los Guindos en su sitio, mientras ejercía de vigía de las playas de Huelin y la Misericordia y miraba de tú a tú, sin ningún complejo, las grúas del Puerto, el Monte San Antón y las montañas que se adivinan como promontorios grises camino de Granada y Almería.
Imaginen qué habría sido de este fastuoso paseo marítimo, junto al que en primavera florecen, en plena playa, las sombrillas balinesas, si el plan de derribar estas inútiles moles de ladrillo se hubiera llevado a cabo.
En el arranque del siglo XX nuestro Ayuntamiento pasó de demoler las chimeneas, quizás porque para algunos políticos eran zarrapastrosas huellas de la Málaga obrera y por tanto sin valor, a protegerlas y hasta trasplantarlas de sitio como si fueran palmeras. Es lo que ocurrió en El Perchel con la chimenea de la fábrica de cremor tártaro, junto al convento de San Andrés. El crémor tártaro, por cierto, no es ninguna enfermedad infecciosa de origen ruso sino un producto que corrige la acidez del vino.
En resumen, que nuestro Consistorio marchó el primero por la senda del respeto patrimonial y las chimeneas dejaron de estar en peligro de extinción en nuestra ciudad.
Prueba de ello es la más modesta chimenea de la Cros, en comparación con la de la fundición de plomo de Los Guindos, también en el paseo marítimo Antonio Banderas, en Huelin, enfrente de Tabacalera. Esta antigua fábrica fue también uno de los límites del barrio de chabolas de la Estación del Perro, en el que vivieron muchos obreros de la Cros y Los Guindos (el nombre venía de la modesta estación del suburbano, conocida así, parece, porque uno de sus encargados tuvo un perro).
La chimenea, sin embargo, es más antigua que su última denominación porque comenzó el año del famoso terremoto, en 1884 y formó parte de la fábrica de abonos La Trinidad. En concreto, producía ácido sulfúrico para abonos artificiales. En 1910, un año sin notables movimientos sísmicos, pasó a manos de la Sociedad General de Industria y Comercio y en 1936, este sí, sacudido por el germen del Movimiento Nacional, se convirtió en propiedad de la Unión General de Explosivos y tiempo después, de la Cros, hasta cerrar en los 70.
Durante los últimos años esta solitaria construcción estuvo situada en una parcela agreste, con la única compañía de unas banderolas amarillas que anunciaban varias promociones de viviendas. Las banderolas han cambiado de color y a los lados de la construcción ya se levantan sendos bloques de viviendas.
La Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga mostró años atrás su preocupación porque la chimenea de la Cros quedara muy encajonada. Podía haber sido peor. Sigue en pie y no está tan atosigada como la de La Malagueta. La sensibilidad ha cambiado. Felicidades.