Es muy probable que si los grupos políticos visitan los jardines de La Brise, entre las calles Eugenio Sellés y Bolivia, en Las Acacias, se sorprendan de que carecen de protección y cualquiera puede construir en ellos.
En los años 80 y 90, por la zona de Las Acacias solía pasear una señora alta, desgarbada y de pelo blanco, a juego con un perro grande, desgarbado y de pelo blanco, aunque este último dato quizás sea un fantasioso añadido, pues a la imaginación le gusta jugar con los recuerdos.
Era la propietaria de la única mansión propiamente dicha que quedaba en la zona: La Brise. Las postales de los años 20 y 30 tomadas desde el monte de la Torre de San Telmo, en los tiempos en que Pedregalejo se dividía en dos barrios, Pedregalejo y el Valle de los Galanes, este último con la playa de las Acacias desde el arroyo de los Pilones al Jaboneros, mostraban una gran masa verde en el Valle de los Galanes por la parte más próxima a la playa de las Acacias.
Este barrio era catalogado en el saber popular como «el no va más pero menos», pues la zona trataba de emular al Limonar sin conseguirlo, ya que, salvo algunas excepciones, se instalaron en él familias de funcionarios y de profesionales liberales y no abundaba tanto el parné.
En cualquier caso, eran muy apreciables los jardines que, al igual que en La Caleta, daban a la vía del tren a Vélez y ejercían de muralla vegetal frente al paso raudo del ferrocarril.
De toda esa franja verde en los 80 sólo queda La Brise, con entrada principal por la calle Eugenio Sellés y posterior por calle Bolivia, la antigua vía del tren. La señora del pelo blanco era Margherita Morreale, una hispanista italiana, miembro de la Real Academia Española de la Lengua, una persona brillante e inteligente que un servidor conocía de oídas porque un tío del firmante le había ayudado de adolescente, durante un verano, a organizar su mar de fichas léxicas.
La pasada semana la asociación de vecinos de Pedregalejo aprovechó para reclamar la protección de este islote verde con árboles centenarios que, desgraciadamente, no está incluido en el catálogo de jardines protegidos del PGOU, que es incluso más raquítico que el de los edificios protegidos y sólo cuenta con catorce espacios en toda la ciudad.
Mientras la casa principal de La Brise cuenta con protección de segundo grado, los jardines, por desgracia, están al albur de que un constructor construya una promoción en ellos, con lo que el único gran espacio verde de calle Bolivia, una vía castigada por un tráfico intenso todo el día, se iría al traste o se vería seriamente mermado.
Por eso, el autor de estas líneas anima a todos los grupos políticos a que conozcan este espacio y saquen sus propias conclusiones. Es bastante probable que entonces coincidan con el autor de estas líneas y la asociación de vecinos: Flaco favor se haría a los vecinos de Pedregalejo, que llevan años reclamando más árboles en la calle Bolivia, si el Ayuntamiento permite que se destruyan estos históricos jardines o que queden reducidos a cuatro árboles trasplantados y escoltados por bloques.