La chimenea de la antigua fundición de plomo de Los Guindos resiste el acoso de algunos bípedos que apedrean las planchas informativas y ensucian los cristales de la base mientras siguen algún rito sandio.
Ayer hablamos de cómo el trazo sinuoso del paseo marítimo Antonio Banderas evitó que se fueran al traste dos de los elementos más bonitos y singulares de Málaga: las chimeneas de la Cross y de Los Guindos, esta última, en activo desde los años 20 hasta 1979.
Por cuestiones de trabajo -una visita del alcalde, Francisco de la Torre- varios periodistas subimos hace diez años a la que, en su día, fue la chimenea más alta de España, con casi cien metros de altura, la de la fundición de plomo de Los Guindos, a punto de finalizar la rehabilitación municipal. Como el vértigo y un servidor son como hermanos siameses, la subida se realizó con la vista puesta en la pared de ladrillo, sin dejar que un vistazo accidental a los zapatos recordara que los andamios permitían admirar el suelo, cada vez a más distancia. Una vez arriba, las vistas únicas aminoraron el pánico a las alturas.
Había sido un acierto no demoler esta inmensa construcción, por el designio memo de un trazado en línea recta. La callada y constante labor de la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga fue calando en las mentes burocráticas de nuestros políticos, poco dados a las revelaciones culturales como no sea por la persistente labor de los colectivos ciudadanos.
Hoy, la chimenea de Los Guindos, que en su día fue vecina de uno de los núcleos de chabolas más pobres de Málaga, el de la Estación del Perro, se encuentra en mitad de un envidiable paseo marítimo, en el que los edificios más próximos, aprendida la lección de los paseos marítimos Pablo Ruiz Picasso y Ciudad de Melilla, no alcanzan las alturas absurdas ni la aglomeración de La Malagueta y además están salpicados de vegetación que, más metida en la Misericordia, se convierte en pinos.
La de Los Guindos se encuentra arropada además por una estructura de hormigón inclinada y muy deslizante, que impide que los mamíferos de manos prensiles la acosen con demasiada frecuencia.
Eso no evita que los bípedos más hábiles logren coronar estas cuestas y accedan a los cristales que protegen las bajuras de la chimenea, tras las que un péndulo enorme avisa por si a la de Los Guindos le da por transformarse en la torre de Pisa.
Estas operaciones de acoso, que algún día puede que se emitan en los documentales de la 2 si la cadena se encamina por la senda de la antropología divulgativa , han dejado un penoso rosario de adhesivos y pintadas en los cristales, pues el horror a la pulcritud es el santo y seña de muchos vándalos.
Aguantan el tipo, eso sí, las planchas metálicas informativas sobre las características técnicas y la historia de este auténtico monumento industrial, aunque una de ellas está hundida y con huellas de haber sido apedreada. La chimenea de Los Guindos resiste al tiempo y a los cenutrios.