La plaza de Guerrero Strachan, en la barriada de Haza de Cuevas, es un refugio de tranquilidad en mitad de una zona escoltada por las raudas calles Martínez Maldonado e Hilera.
En las huertas de don Lázaro Cuevas, quien contaba con una casa asomada al arroyo del Cuarto, se levantó a comienzos de los años 40 la barriada de Haza de Cuevas o de Nuestra Señora de la Victoria, entre la calle Martínez Maldonado y la actual calle Hilera. Las casas se entregaron hacia 1947 y el barrio terminó asumiéndolo la Junta, que convirtió a los vecinos en propietarios.
Lo de Haza de Cuevas viene pues por el apellido del propietario de los terrenos y no porque hubiese cuevas, como ocurre en El Palo.
Promovida por Falange, fue la primera iniciativa de viviendas sociales de la dictadura de Franco y también se le conoce como el barrio de los alférez, pues el escalafón militar (del bando vencedor, claro) es el que domina su callejero, sobre todo los alférez.
En el centro del barrio, frente al Colegio Luis Braille, se encuentra la plaza de Guerrero Strachan, que uno intuye que está dedicada al arquitecto Fernando Guerrero Strachan, padre, y no al hijo, también arquitecto, Fernando Guerrero-Strachan Rosado quien, según parece, también intervino en el diseño del barrio.
Si es así, Málaga cuenta con una plaza dedicado al famoso arquitecto malagueño y también está dedicada a él la avenida con visos ya de autovía que asciende junto a Parque del Sur, en Ciudad Jardín. Claro que por los años de construcción de Haza de Cuevas, en concreto en 1941, fallecía Guerrero-Strachan Rosado; en ese caso, de estar dedicada a él la plaza faltaría el guión, pues unió los dos apellidos paternos.
Misterios de la genealogía aparte, la plaza sigue siendo un espacio recoleto para escapar de dos vías de tráfico de gran densidad como las comentadas, pues cuenta con un jardín de planta ovalada y diseño geométrico en el que muchas personas mayores se refugian para charlar de sus cosas mientras el resto de la Humanidad escruta su móvil.
Cuenta con varias palmeras que, de momento, han resistido al picudo rojo pero sobre todo con un imponente árbol que si no da nueces no es un nogal y tiene toda la pinta de ser un almencino (en Málaga, a este árbol, el almez, se le conoce popularmente como el fruto: el minúsculo almencino, socorrido proyectil de muchas generaciones de niños).
Con un árbol tan hermoso y magno, y una copa majestuosa que se recorta en el azul del cielo, seguro que es notable la cantidad de oxígeno que suelta a la atmósfera y la de Co2 que absorbe, pues para eso se encuentra en medio de este raudo nudo de tráfico.
Este centro del barrio tiene además naranjos en las aceras y una hilera parece marchar en pos de la vecina mezquita, cuyo alminar asoma por la calle Ingeniero de la Torre Acosta.
Si tienen tiempo, tomen el fresco bajo el árbol de la plaza Guerrero Strachan. Hasta sentirán deseos de soltar el teléfono.