Con la salvedad de los restos de la antigua biblioteca y algún incidente aislado, los Jardines de Puerta Oscura han mejorado bastante su imagen.
En los autobuses malagueños el colectivo que conversa cada día se reduce más al de las personas mayores de 65 años. Con honrosas excepciones, al menos a ojos del que esto escribe, en los somnolientos autobuses de nuestros días los viejos charlan, los jóvenes y los carrozones miran cabizbajos el móvil y quienes miran por las ventanas suelen ser los guiris.
Habrá que puntualizar, claro, que la palabra viejo de ninguna manera es un adjetivo descalificativo -en contra de lo que creen muchos sumos sacerdotes de los políticamente correcto- y que se encuentra al mismo nivel que la palabra joven, aunque con más espolones.
Y todo esto viene a cuento porque en la tarde del pasado domingo, dos viejos charlaban en un autobús de la EMT acerca de los cambios producidos en Málaga, y aunque deploraban que La Coracha fuera hoy un jardín sin alma y que se haya perdido para siempre esa cuesta de casas típicas (sólo una, La Odisea, sobrevive) lo anecdótico es que antes uno de ellos había resaltado que los Jardines de Puerta Oscura hoy ya eran los de Puerta Clara, porque salvo tristes excepciones, que siempre las habrá, habían perdido su carácter sórdido e inseguro para convertirse, estos sí, en unos jardines colgantes, categoría que difícilmente alcanzará la Coracha con tan poco espacio para que sus plantas se explayen.
La mala fama de los Jardines de Puerta Oscura y su trazado alpino han propiciado que sea sobre todo territorio de turistas en busca de la Alcazaba y Gibralfaro. Y sin embargo, hay unos cuantos elementos cargados de historia que todos los malagueños deberían conocer como el empedrado con la fecha de 1937 al pie de un fastuoso ficus, a la entrada de los jardines, que recuerda el año de construcción y sus consecuencias: fue realizado con mano de obra de presos republicanos, con un diseño de Fernando Guerrero-Strachan Rosado, el hijo del famoso arquitecto, que tuvo una vida corta pero que dejó su impronta en otras obras como las iglesias de San Patricio de Huelin y San José Obrero de Carranque.
También se mantiene en su rincón una viejísima columna, próxima al túnel de la Alcazaba, de la que hablaremos con más detalle mañana y, restituido con todas sus palabras y todo su físico, el busto a José Moreno Carbonero, en mitad de la subida.
El rincón más intrigante, sin tocar desde su creación y posterior decadencia y caída, es la vieja biblioteca del 39, cuyas dañada infraestructura, parapetada tras una artística verja, es lo más parecido a la celda que durante tantos años tuvo que soportar Edmundo Dantés, el conde de Montecristo, en el Castillo de If.
Ayer, con la lluvia mañanera bañando estos bancales de cipreses, palmeras y bungavillas los Jardines de Puerta Oscura eran, más que nunca, los de Puerta Clara, con la excepción de este antiguo rincón librero.