Un solar de la avenida Salvador Allende, en El Palo, sigue siendo uno de los principales proveedores de roedores del barrio, lo que obliga a los vecinos a vivir todo el año con las puertas y ventanas cerradas.
La ley de Murphy establece que si algo puede salir mal, saldrá mal. Tan cenizo punto de vista, venteado por quienes consideran que vivimos una de las épocas más negras de la Humanidad -lo que demuestra sequía de conocimientos sobre la historia humana- puede aplicarse sin embargo a la situación que soportan los vecinos situados en un radio de 500 metros de un solar que, por lo que parece, es uno de los mayores productores de roedores desde los tiempos del flautista de Hamelin.
En junio del año pasado ya contamos en este periódico los días de gloria que les está dando un solar situado en la avenida de Salvador Allende, 106, frente a la peña madridista del barrio. El solar, que lleva en estado narcoléptico no menos de una década, cuenta con una escalerita de entrada a la vivienda demolida que, el deterioro y la fuerza de la primavera con estas intensas lluvias ha convertido en el arranque de un templo maya perdido en la selva.
Pero lo de menos es el estado de estos escalones que han perdido su razón de ser. La parcela sigue proveyendo de ratas y ratones al barrio, y eso que los vecinos, que ellos sepan, jamás han realizado pedido alguno. «Abro la ventana solo cuando voy a limpiar y corriendo, porque se meten dentro», contaba el verano pasado una vecina.
Y ese es el problema: aparte de recibir un producto jamás solicitado, los vecinos más próximos al solar deben vivir enclaustrados, por miedo a que se le metan los bichos en casa, mientras el resto tampoco es que haga fiestas cuando los ve corretear por las calles traseras o cuando salen por la puerta principal de la avenida, como ocurrió hace unos días.
El pasado martes, el autor de estas líneas volvió a hablar con Toñi Segovia, la vecina más perjudicada por la situación, que vive en la calle Corchuelo y casi puede tocar el muro del solar desde su casa. Toñi ha tenido que tapar registros, tirar la ropa que le han puesto perdida las ratas y los ratones y durante todo el año, incluido el verano, debe vivir con las ventanas cerradas a cal y canto. Este verano, desgraciadamente, no parece que sea una excepción.
El presidente de la asociación de vecinos Zona Popular del Palo, Rafael Caparrós, comentó el martes que tras la denuncia en prensa, el Ayuntamiento había ordenado al propietario del solar que lo limpiara y así lo hizo, pero el problema continúa y como destaca el presidente vecinal, «a esto hay que darle una solución porque los vecinos siguen protestando». En 2013, por cierto, Urbanismo ya ordenó una limpieza.
Ocurre algo similar en un solar de la calle San Pedro Cantalicio, detrás de la plaza de Capuchinos, donde la limpieza, cuando se produce de higos a brevas, no ataja el desfile de Hamelin.
Más control del alcantarillado y hormigonar para acabar de una vez con este Metro de roedores podían ser parte de la solución.