La gran novela de Dino Buzzati podría readaptarse al cine en una suerte de agujero negro entre la Ciudad de la Justicia y la calle Frank Capra.
Una de las novelas más apasionantes sobre la frontera es sin duda El desierto de los tártaros, del escritor y periodista italiano Dino Buzzati. Si el lector es de los que se pasa la vida siguiendo las peripecias del procés catalán o las del Málaga en la Liga, su vida puede cambiar a mejor después de leer esta novela.
En la obra, que muchos conocerán, seguimos las peripecias de un joven soldado que es enviado a una fortaleza en el desierto, para impedir una temida y parece que inmediata invasión de los tártaros. Y así se pasa el protagonista la obra, a la espera de lo esperado, como quien aguarda, sin perder la esperanza, una frase brillante de Gabriel Rufián o una acción de gobierno de Mariano Rajoy. Toda una metáfora de la espera y el enemigo invisible.
La novela fue llevada a la gran pantalla a mediados de los 70, pero sin duda, merecería una actualización en nuestros días, sin la necesidad de marchar al desierto de Almería para el rodaje.
Por suerte, en nuestra ciudad contamos con una Málaga Film Office, presta para aportar rincones óptimos para una película existencial y del siglo XXI como sería la readaptación de El desierto de los tártaros.
Sin ánimo de quitarle trabajo a los compañeros de esta oficina malagueña sino de enriquecer el acervo de escenarios, en Teatinos hay un lugar que podría ser excelente, pues si bien no es desértico, sí que simboliza una tierra de frontera, más allá de la cual sólo hay caos.
El firmante se refiere a ese prodigioso espacio que es el final de la calle Frank Capra, del que ya hablamos hace un mes, porque este antiguo terreno de acopio de materiales del metro, que pronto degeneró en un vertedero en el que se acumulaba un gran número de juguetes en proceso de desecho y de apreciable tamaño, ha dado lugar a un aparcamiento regulado, asomado a la avenida de Valle-Inclán en plena transición hacia la Ronda Oeste.
Aquí acaba lo que se daba, es decir, que la calle finaliza en una minúscula glorieta y el coche deberá dar la vuelta y dirigirse hacia la plaza de Sandro Boticelli. Pero el paseante tiene la opción de seguir unos metros y toparse con una valla, que no todos los que pasan junto a ella interpretan como una prohibición. Estamos en pleno campo, en una inusitada parcela reverdecida por las lluvias que se asemeja a un trigal de los campos de Castilla y que esconde, a un tiro de piedra, el sótano de un enorme edificio al que la crisis económica sorprendió con lo puesto.
En la actualidad, es un enorme aparcamiento sin techar y un servidor ignora qué iba a ir encima. Está, eso sí, entre las calles Frank Capra y Fiscal Luis Portero, es decir, delante de la Ciudad de la Justicia.
Podía ser este un rincón perfecto para El desierto de los tártaros 2018 o, ya puestos, transformarse en monumento-denuncia de los riesgos del ladrillo en España