Contamos hoy la peripecia de un conocido malagueño que se topó, sin quererlo, con el mismísimo emperador Carlos V.
En ocasiones, hay personas que se convierten en personajes sin necesidad de haber sido el objetivo de un fotógrafo del corazón, sin que hayan escrito un tratado, descubierto una enzima o inventado el suéter. La propia vida vivida, valga la redundancia, es la que les convierte en personas singulares.
Es el caso de Pepe Enríquez, legionario durante cinco años en su juventud, muy conocido en Málaga por estar a cargo de tareas de seguridad en todo tipo de eventos, ya sea en el estadio de La Rosaleda, en los toros o a cargo de las sillas de las cofradías, como muchos comprobarán próximamente.
Pepe tiene fama de eficiente y de no pasar una, como sabrá cualquier vivillo que haya querido entrar sin la entrada o el permiso correspondiente. De chico, frecuentaba la plaza de la Constitución porque trabajaba con su tío en la famosa Tómbola Diocesana de Caridad y ya de chavea se ganó un apodo televisivo, que más o menos es Curiaclin, ignota transcripción fonética al malaguita de un personaje de la serie de televisión Nautilus, que Pepe imitaba a la perfección, sobre todo cuando gritaba eso de «inmersión», orden que acompañaba con la reproducción exacta de la sirena del submarino, que como todos conocen, no es discreta. (En el elenco de la serie aparece un tal Curly, quizás sea este el nombre original en inglés…).
A sus numerosas vivencias hay que sumar un arte especial para escenificarlas delante de amigos y conocidos, una performance acompañada de gestos y andares que dan veracidad y gracia a sus recuerdos.
El pasado martes, con ocasión de una entrevista del firmante con Rafael Prado, el dueño del Café Central, Pepe estaba escenificando una anécdota que protagonizó allá por 1974. Al parecer, acababa de entrar a trabajar en una empresa de seguridad y tenía que recoger el uniforme en El Ejido en una facultad.
Aguardaba Pepe en los pasillos cuando le hicieron entrar en un gran aula, junto a otras personas que esperaban, y le hicieron sentarse. Para su sorpresa, apareció un profesor y comenzó a impartir una clase de Historia de España.
En concreto, disertó sobre el emperador Carlos V y en un momento de su intervención, se detuvo, señaló al joven Pepe Enríquez y le pidió que se pusiera de pie para hacerle esta pregunta: «¿Sabe por qué era Carlos I en España y Carlos V en Alemania?».
Pepe, ni corto ni perezoso le respondió: «A mí no me interesa la vida de nadie, yo he venido a recoger la ropa», con lo que el entuerto se aclaró y suponemos, la ingeniosa salida de Curiaclin mereció el aplauso y las risas del respetable.
Este malagueño es lo que se dice un pozo de anécdotas. Si lo ven en plena evocación de su vida, y ya notarán que su voz no es el susurro del viento, no se lo pierdan. En el mejor de los sentidos es todo un personaje.