La calle Padre Jorge Lamothe, vecina de dos casas hermandad, acoge todas las basuras lanzadas por nuestros homúnculos desde el Puente de la Aurora.
Gracias a internet es posible adentrarse en el archivo de Radio Televisión Española que nos deja imágenes impensables en nuestos días, como cualquier programa de La Clave de los años 70 y 80, en el que un grupo de invitados civilizados, dialogantes y tolerantes expone su punto de vista, comparte o disiente sin por ello transformarse en el increíble Hulk.
La moda de ejercer de energúmenos vocingleros es, por desgracia, la tónica de muchas tertulias televisivas de nuestros días, en las que escasean los expertos y abundan los alaridos.
Al hilo de un calmado debate con José Luis Balbín, de 1978, sobre Jesús de Nazaret, que estuvo precedido por la película de Pasolini sobre el Evangelio de San Mateo, el firmante visualizó el Purgatorio de Dante, plagado de contemporáneos del escritor florentino, quien a la hora de incluir a algunos de sus paisanos no se andó con chiquitas y tuvo más mala leche que un tártaro.
Pero para el malagueño de nuestros días, en muchas ocasiones lector de textos cortos y preferentemente, a través del móvil, el dantesco Purgatorio quizás sea un lugar demasiado denso y etéreo como para adentrarse en él. La buena noticia es que no hay que descender a ninguna bajura metafórica para captar su sentido. Cualquier malagueño de a pie lo podrá encontrar a la vera del río Guadalmedina, en una calle pocas veces hollada por Limasa, y que está dedicada al padre Jorge Lamothe.
Ahora que estamos a las puertas de la Semana Santa, hay que recordar que este rincón de Málaga, auténtico purgatorio para los amantes de los entornos pulcros, comparte vecindad con las casas hermandad de la Estrella y el Huerto. De hecho, el espurreo de residuos del enclave se produce a muy pocos metros del veterano olivo plantado como un guiño a la cofradía del Domingo de Ramos.
La presencia casi perenne de basura se debe, básicamente, a la ley de la gravedad y a los modales oseznos de algunos malaguitas, que cada vez que pasan por la acera sur del puente de la Aurora, dejan caer lo que tienen entre manos y que el mundo se las apañe.
Tanto ejercer el ande yo caliente, ríase la gente, ha hecho nacer, a los pies del puente, un completo vertedero que no deja de crecer entre las calvas de hierba. Allí malvive alguna planta crasa, cuyas hojas parecen un vestido sucio y apergaminado.
La porquería se expande por unas pequeñas terrazas de hierba rala que acogen sobre todo latas de todos los colores. Unas pintadas bastante feas, meras firmas de sus perpetradores y la carretera del Pasillo Guimbarda completan este paisaje de los más purgante.
El Domingo de Ramos está a la vuelta de la esquina, confiemos en que el Ayuntamiento adecente la zona para ese día, pero lo ideal sería que lo hiciera con más frecuencia. En la Ciudad del Paraíso ¿cabe el Purgatorio?