En el número 11 de la calle Especería una placa conmemorativa recuerda la construcción de las carnicerías de la ciudad en 1614, cuando Cervantes estaba a punto de terminar el Quijote.
Del siglo XVII nos llegan retazos, balas de fogueo que apenas iluminan la noche, quizás porque para muchos malagueños, la historia de nuestra ciudad comienza a finales del XVIII, cuando llega la época de vacas gordas y la riada de comerciantes extranjeros y riojanos que nos pusieron en el mapa.
Sin embargo, a pesar de que ese siglo haya pasado al terreno brumoso de los sueños (y de los anteriores, ni hablamos), podemos toparnos con el día a día del Siglo de Oro en algunos rincones de Málaga. Es el caso del número 11 de calle Especería, que aunque se trate de un precioso edificio del XIX de Cirilo Salinas, en su interior, en el patio, cualquier paseante puede toparse con una placa conmemorativa de 1614, cuando Cervantes estaría enfrascado en la segunda parte de su Quijote.
La placa, en un excelente estado de conservación, menciona al monarca reinante, Felipe III y a una larga serie de autoridades de la Málaga de entonces, pero no da pistas sobre la obra que en teoría justifica su colocación.
La pista nos la da el callejero histórico: En esos años, el tramo de calle Especería entre la calle San Juan y la calle Nueva se llamaba calle Carnicerías, porque en esa manzana se encontraban los puestos de carne, además de en otros puntos de la ciudad. Lo más llamativo del asunto es que se ha conservado la placa más antigua, la de 1614, pero no la posterior, instalada en el mismo siglo, entre 1665 y 1675, porque se menciona en ella a Carlos II el Hechizado, que comenzó a reinar en la primera fecha, mientras que la segunda fecha corresponde a la publicación de un libro del capitán y regidor perpetuo de Málaga Cristóbal Amate de la Borda, en el que comenta la existencia de esta segunda placa hoy desaparecida.
El regidor Amate de la Borda detalla en este texto, que resume todas las obras realizadas por el gobernador Fernando Carrillo, marqués de Villafiel, que las antiguas carnicerías estaban para el arrastre: «Cuán indecentes estaban las carnicerías públicas de esta ciudad, cuya fábrica por ser tan antigua estaba muy maltratada y las maderas rotas y vencidas, con los tejados desguarnecidos de tejas».
Total, que el gobernador «impulsó» las obras (impulsar es el verbo dominante en las notas de prensa institucionales desde tiempos de Chindasvinto) y la ciudad pudo estrenar un recinto decente y además sin goteras, garantía de carnes no pudendas.
Es un misterio que esta segunda placa falte de su domicilio. Lucía las armas de Málaga, las de Carlos II y las del marqués, así que no es extraño que algún amigo de lo ajeno se lo apropiara para su cuarto de estar en tiempos pasados. Quién sabe.
Gracias al trabajo del académico Manuel Olmedo, la editorial Arguval publicó hace 30 años en edición facsímil Málaga a fines del siglo XVII, con el texto del capitán y regidor. En Especería, 11 queda el recuerdo de las carnicerías de Málaga, de cuando Quevedo y Cervantes le daban a la pluma.