En 1835, el primer presidente de la Diputación de Málaga acudió de incógnito al barrio para conocer las últimas horas de su hermano, uno de los hombres de Torrijos.
Una exitosa modalidad de periodismo televisivo de nuestros días consiste en gritar al de enfrente con la misma energía y pobres argumentos que los que pueda deparar la barra de un bar con unas copas de más. Si, además, el periodista chillón es de los maleducados e interrumpe de forma constante al adversario, tendrá el éxito de audiencia asegurado.
Esta evolución del periodista tertuliano (de educado experto en energúmeno) puede resultar inquietante, pero siguen quedando estupendos tertulianos que no pasan por el aro del aullido y en esta profesión, como en cualquier otra, hay de todo en la viña y no se puede generalizar.
Sin ir más lejos, a años luz de los alaridos, violentas réplicas y contrarréplicas de un show-debate político se encuentra la anécdota de hoy, proporcionada por el investigador malagueño Esteban Alcántara, que el pasado domingo, en la sección Mirando Atrás, habló del recuperado comedor de los frailes carmelitas del Perchel, donde José María Torrijos y sus hombres pasaron la noche del 10 de diciembre de 1831 antes de ser fusilados al día siguiente en la playa de San Andrés.
Por cuestión de espacio, no pudo incluirse una detectivesca y emocionante historia, que protagonizó un discretísimo político. En concreto, se trata del cartagenero Ignacio López Pinto, hermano de Juan López Pinto, uno de los hombres de Torrijos, fusilado en 1831.
Cuatro años más tarde, su hermano Ignacio fue nombrado el primer presidente de la Diputación de Málaga. La llegada a su destino, por cierto, la hizo de incógnito, porque quería averiguar cosas sobre la detención y muerte de su hermano, por eso se alojó en total anonimato en una posada, posiblemente por la calle Camas, y consiguió que el hijo de la posadera le acompañara al convento del Carmen, por entonces, recién desamortizado.
La pareja llegó por la tarde, se encontró el convento cerrado y al preguntar por los alrededores cómo entrar, le informaron de que en la zona seguía viviendo el antiguo prior, Santísima Trinidad, el hombre que recibió a Torrijos.
Cuando se encontró con el antiguo prior se identificó y le pidió que le enseñara el convento por dentro. El religioso entró en sus antiguos dominios, cruzó con él el patio del claustro y al entrar en el refectorio (el comedor de los frailes) le señaló el lugar en el que se confesó Torrijos.
Esta tradición del lugar exacto en el que se confesó el general fue la que mantuvieron las siguientes generaciones de percheleros. El primer presidente de la Diputación de Málaga conoció así al detalle cómo fueron las últimas horas de su hermano y la vecina zona de la playa donde perdió la vida.
El próximo centro de interpretación de Torrijos, que se pretende que estará listo este año, explicará a fondo cómo fue esta aventura en defensa de la libertad y contra la tiranía….mucho más apasionante que esos tertulianos de televisión que son, nadie lo duda, el último grito.