El informe de los asesores de la Unesco ha sido tan cruento que quienes defienden el hotel del Puerto han tocado a rebato para hacer olvidar tamaña insolencia contra el progreso.
El informe de los asesores de la Unesco sobre el rascacielos del Puerto ha sido tan demoledor, que esta semana, el lobby interesado en que prospere este portento arquitectónico del Sur de Europa -sólo comparable a la ópera de Sidney pero con toallas en los balcones- se ha lanzado a degüello contra los especialistas.
Choca que un antequerano como Paulino Plata, el presidente de la Autoridad Portuaria, haya demostrado tanta saña contra los mismos asesores que dieron el visto bueno a que los Dólmenes de su pueblo fueran declarados Patrimonio de la Humanidad. Pero no hay que olvidar que las arcas del Puerto de Málaga no son las del rey Craso, que hay necesidad de ingresos y que cuando el dinero llama a la puerta, hasta un exconsejero socialista de Cultura puede hacer oídos sordos al anunciado destrozo del patrimonio paisajístico de Málaga.
En cuanto a nuestro alcalde, ya puede esperarse sentado a que la Unesco declare el Centro de Málaga Patrimonio de la Humanidad si sigue apoyando la tropelía.
Además, se suma a la fiesta nuestra presidenta Susana Díaz, con una argumentación de equilibrista para no herir sensibilidades, que denota la huella que la serie británica de humor, Sí, señor ministro, ha dejado en tantos políticos andaluces (las juventudes de los partidos deberían incorporarla de una vez a la parca formación de sus cuadros).
En todo este mejunje de reacciones ante el informe de los expertos, los malagueños deberían tener que claro que se nos viene encima un edificio del tamaño del Monte Gibralfaro, cuyos clientes gozarán de inmejorables vistas, no así el resto de la ciudad, que deberá convivir las próximas generaciones con esta agresión, tan impresentable como el nunca suficientemente denostado Hotel Málaga Palacio.
También deberían tener claro que, en el lado de los que prefieren un proyecto mucho más razonado y consensuado, menos agresivo, y que no hace ascos a los rascacielos sino a un pésimo emplazamiento, se encuentran entre otros, catedráticos,geógrafos, expertos en Historia del Arte, el Colegio de Arquitectos, la Academia de Bellas Artes, la Academia Malagueña de Ciencias… mientras que en el lado de los defensores de este preocupante desplazamiento tectónico de La Malagueta nos encontramos en un importante número con quienes tienen un interés económico directo o indirecto en la aventura.
Juzguen ustedes mismos y si pueden, lean el informe. Quizás así tengan claro que el interés general no siempre coincide con el empresarial.
De este modo, si la torre termina siendo una realidad y comprueban que faltó, entre otras menudencias, información visual del impacto, se llevarán las manos a la cabeza y calibrarán las tremendas consecuencias que tiene apoyar un proyecto que, a fin de cuentas, sólo dará mucho dinero a unos pocos y unos cuantos puestos de trabajo. ¿Merece la pena tanta insensatez?