Los vecinos de este rincón junto al Asilo de los Ángeles consiguieron driblar los problemas burocráticos y lograron que el Ayuntamiento adecentara un jardín casi cirsense, con pulgas incluidas.
Se cumplen diez años de un laberinto burocrático del que, finalmente, unos vecinos lograron salir, después de sortear al Minotauro del Ayuntamiento. Y esto se debió a que, al contrario que en la leyenda, el minotauro municipal recapacitó, aunque el proceso de rectificación se ha prolongado durante casi un decenio.
Todo empezó en 2008, cuando los vecinos de la calle dedicada al periodista malagueño del XIX Pedro Gómez Sancho reclamaron en los presupuestos participativos la transformación en un jardín de un terrenito, a dos pasos de la cuesta del Asilo de los Ángeles. La zona verde llegó, pero como el Área de Parques y Jardines no estaba al cargo de la parcela, se produjo el abandono y la llegada de una legión de pulgas, así que fue peor el remedio que la enfermedad.
Tras mucho batallar y denunciar en este diario, el Consistorio, primero por medio del distrito de La Palma-Palmilla y luego de Parques y Jardines, se hizo cargo de la zona verde de forma intermitente, hasta que hace un par de años llegó la solución: la parcela se transformó en una especie de jardín japonés con muchos chinos (no japoneses), para impedir la proliferación de pulgas. Si a eso sumamos que los servicios municipales estuvieron más al tanto del espacio, al menos un servidor no ha vuelto a tener quejas de esta placita y ayer las pulgas, quizás porque estamos en invierno, no saltaban a la vista.
La de la calle Pedro Gómez Sancho ha sido un largo camino repleto de obstáculos e insectos, pero el tesón de los vecinos ha terminado por domar a la bestia burocrática municipal, con perdón .
Lo que sigue ofreciendo un estado bastante fácil de mejorar es el pequeño arroyo próximo a las viviendas, que los vecinos conocen como el arroyo del Burro, aunque la fuente famosa (y clausurada) es la de la Burra.
Hace años los vecinos se lamentaban de unos cables atados de forma chapucera y que cruzaban el arroyo. Los cables desaparecieron, pero ahora descansa un colchón que es casi tan ancho como el cauce, así que si se produce una riada el tapón del arroyo será, cuando menos, confortable.
En la parte trasera del bloque principal, el último de la calle, subsiste uno de esos jardines improvisados que los vecinos se encargaron de plantar y que, este sí, jamás ha tenido altibajos aunque algunos botánicos disientan de la frondosidad o excesivo número de plantas por m2.
Lo que también ha supuesto un alivio mitológico ha sido el cambio del siniestro túnel que enlaza con el Asilo de los Ángeles, que era un tramo corto pero capaz de encoger el corazón a cualquier héroe de la Ilíada. En su lugar, los magos del grafiti artístico lo han convertido en una gruta feérica, propia de las hadas. Bajo esos dibujos prodigiosos ni el minotauro más fiero tiene nada que hacer.