Agazapado entre bloques que parecen fruto de una crisis artística, el número cuatro de la calle Barroso, en el Soho, es una joya con protección arquitectónica de primera.
El barrio de Málaga rebautizado como el Soho, pese a que de momento no se ha convertido en el barrio de las Letras y las Artes que muchos esperaban y a que cuenta con un intimidante mural que recuerda una reunión familiar de ratas, ha mejorado bastante.
El desgraciado Urbanismo malaguita (en la doble acepción de la palabra) no se avino a esponjar la zona, como pasaba en muchas ciudades civilizadas de Europa, sino que trazó con escuadra y cartabón una red de calles estrechas y edificios altos, muchos de los cuales fueron sustituidos en los años 60 y 70 por bloques de olvidable factura.
El resultado es que el peatón tenía que andar en fila india por aceras estrechas de calles sombrías, con cuidado para no recibir el cariñoso roce de un espejo retrovisor.
Por este motivo, la peatonalización de las calles Tomás Heredia, Trinidad Grund y Casas de Campos, que en este último caso permite pasear desde la Alameda de Colón hasta los Jardines del Barrilito y la plaza de la Marina sin tener que sortear la riada humana y el mobiliario urbano de la Alameda, ha sido un magnífico avance civilizador.
Hace pocos años, a ningún terrícola se le ocurría pasear por estos lares en busca de rincones agradables. Ahora es posible y más de uno se llevará una sorpresa, porque entre los edificios que parecen diseñados en mitad de una profunda crisis artística de su autor, hay otros que sorprenderán a más de uno.
Y no se refiere el firmante a los dos antiguos almacenes de la Alameda de Colón, en el tramo más pegado a la Alameda Principal, más que conocidos por los malagueños al estar tan a la vista.
Puesto que ya hay zonas del Soho en las que se puede callejear sin miedo a frotarse con un automóvil, toda persona curiosa y un poco harta de las noticias diarias sobre Puigdemont -con ganas de airearse, en suma- puede darse una vuelta por la discreta calle Barroso, paralela a Martínez Campos. En Barroso, 4 se toparán con uno de los edificios más notables de Málaga, con protección arquitectónica de primer grado y de estilo regionalista.
Construido en el primer tercio del siglo XX, exhibe una decoración de cerámica, un llamativo voladizo, con tejado de teja vidriada y herrajes muy originales, así como ventanas enmarcadas en ladrillo visto.
El portal de entrada, discreto y bonito, con azulejos de estilo sevillano, cuenta con un bajorrelieve de un hombre y una mujer (¿los propietarios originales de la vivienda?).
Lo llamativo y esperanzador es además la ficha urbanística del bloque, en el catálogo de edificios protegidos del Centro. Su sensible redactor alertaba en su día de un local comercial con un escaparate de vidrio y acero, felizmente desaparecido y luego le añadía este adjetivo: «Horroroso». Ese es el espíritu para abrazar la civilización.
Ese bonito edificio fue mandado construir por don Emilio Pascual, propietario del vecino cine Pascualini