Como en una cadena de producción infinita, en el solar de dueño ignoto del Pasaje de la Ferrería de Heredia se sucede la entrada y salida de basura, para pasmo de los vecinos.
Ocurrió poco antes de que el siglo XX se despidiera, cuando los medios de comunicación alertábamos de que, con el Efecto 2000, hasta los semáforos y los ordenadores personales podían volverse tarumbas. Al final, ya se sabe, todo quedó en un Efecto Placebo.
En ese tiempo se presentó en el Ateneo un libro impactante del fotógrafo Pepe Ponce, que el entonces concejal de Urbanismo, Francisco de la Torre, se encargó de desactivar, al asegurar que se trataba de la foto fija de una Málaga de años atrás que ya no se correspondía con la actual.
Se trató de Málaga, solar del Paraíso, y ya se pueden imaginar su contenido: un catálogo de terrenitos en estado de descomposición, con especial concentración en La Trinidad, pero sin olvidar el Centro Histórico ni El Perchel.
El paso del tiempo demostró que no se trató de una foto de tiempos antiguos, sino que los solares, como la energía, siguieron transformándose y proliferando, sobre todo en ese arranque del XXI, los años más baturros del boom del ladrillo.
Casi veinte años después, el panorama, felizmente, ha cambiado, aunque se haya llevado por delante edificios memorables y otros hayan recibido una merecida demolición. Ya no hay tantos solares, pero los que quedan aguantan contra viento y marea, cargados de espolones mientras retan, con su capacidad para absorber todo tipo de inmundicias, a la paciencia de los vecinos, porque la del Ayuntamiento, ya sabemos en estos casos, es eterna.
Por eso, hoy volvemos a uno de esos solares bravíos que quizás acompañen a los malagueños -y uno no vivirá para contarlo- durante el paso del siglo XXI al XXII, cuando los medios de comunicación alerten en sus plegables pantallas de grafeno de los posibles males del Efecto 2100.
Y regresamos al solar-basurero del pasaje de la Ferrería de Heredia, de cuyo estado de estercolero a cielo abierto hablamos en esta sección hace dos semanas, porque el Ayuntamiento,el pasado miércoles, retiró gracias a un enorme contenedor los muchos kilos de porquería y muebles desvencijados que de forma periódica, casi ritual, se depositan en él.
Será, claro, hasta la próxima deposición, porque eso sucede desde que este solar se hizo un hueco en El Bulto, a espaldas del Cottolengo y al lado del Parque de Huelin.
Y todo porque, entre otras trabas, el Ayuntamiento no localiza al propietario del solar, que seguramente, ni sabrá que el terrenito le tocó en herencia, porque la pista se pierde con el anterior propietario, un aristócrata fallecido, informó en su día el concejal de Medio Ambiente Raúl Jiménez.
La vida no tiene requiebros en este rincón de Málaga. Todo se reduce a una continua entrada y salida de escombros y basura. Hasta fin de siglo, mínimo.