El jardín botánico de la Universidad de Málaga resiste bien la ventolera de estos días y exhibe, incluso en invierno, un prometedor conjunto de especies, a la espera de estudiantes y amantes de las plantas.
Aquí el firmante se temía que visitar un jardín botánico como el de la Universidad de Málaga después de la tremenda ventolera de estos días iba a ser como entrar en el rodaje de una película de catástrofes o en la de Huracán sobre la isla.
Por suerte, nada de eso tuvo lugar, con la excepción de la rama tronchada de un ficus. El resto se encontraba en perfecto estado de revista, escoltado por los edificios de las facultades de Filosofía y Ciencias, porque la Naturaleza hace de intermediaria entre quienes se debaten entre las armas y las letras.
Es más, el cielo encapotado del pasado lunes daba a esta extensión de verde, inaugurada en 2005, gracias al tesón del botánico Alfredo Asensi, una apariencia de jardín inglés aparentemente surgido en mitad de una Naturaleza agreste, en este caso, la urbanización de las praderas de Teatinos, que sigue su ritmo, felizmente sin las apreturas inmobiliarias de otros desarrollos urbanísticos de Málaga menos civilizados.
Al menos desde que servidor lo visita, el jardín siempre se encuentra o con jardineros en su interior o con colegios de infantil.
Será casualidad, pero uno no ha visto todavía a estudiantes de Botánica o de Biología cuadernos en ristre por estos andurriales verdes, mientras toman nota de la grevillea o árbol de fuego, que ya prepara su artillería ígnea en las alturas, cuando floreza en abril. Tampoco ha sorprendido a universitarios de cualquier rama del saber dando un paseo por el jardín de cactus, unos ingenios tubulares que ríase usted de La Saga/Fuga de J.B., la conocida novela de Torrente Ballester que es un prodigio galaico de la ingeniería de tubos.
Y eso que, desde el punto de vista formativo, el jardín es perfecto para aprobar Botánica con nota y, lo más importante, para disfrutar de los parques y jardines de Málaga sin tener que pasear por ellos como quien pasa por el túnel de autolavado. La oportunidad de conocer mejor y poner nombre a especies que nos acompañan toda la vida, y que los malagueños dividimos en tres únicas categorías: palmeras, naranjos y ficus.
Por ejemplo, pese a su bisoñez en términos de jardín con espolones, aquí tenemos una de las palmas reales o palmeras cubanas más bonitas y elegantes de España, con permiso de los desfiles de la Pasarela Cibeles y también es destacable el árbol más alto, una casuarina o pino australiano, que quiere llegar a la altura de su compatriota, la casuarina de Nueva Málaga. Muy cerca, una araucaria australiana ya exhibe un porte muy hermoso.
Por el jardín ya hay además los llamados hoteles de insectos, maderas con agujeritos para que aniden abejas y avispas solitarias (de las que no pican pero polinizan), mientras que el gran umbráculo espera un día soleado para repartir su sombra de metal.
En resumen, un lugar precioso, a salvo de los vendavales por un buen mantenimiento y, al menos cada vez que lo visita el firmante, poco frecuentado.