La briosa rama de un ficus se abre paso por el tráfico de la Alameda y el parking subterráneo de la plaza de la Marina para aparecer en un cartel que ya es una pieza arqueológica.
Una preciosa recreación de los alrededores de las Cuevas de la Araña hace 50.000 años, en tiempos neandertales, nos muestra un verdadero paraíso. Donde hoy pasa una veloz carretera y sigue su camino el paseo de los Canadienses, junto al mar, el artista José Emilio Toro ha dibujado para la Asociación Arqueológica Yacimientos de la Araña un extensa pradera, al pie de las cuevas, en las que se buscaban la vida osos de las cavernas, ciervos, hienas y uros (parecido al toro, ya extinguido).
En suma, una Naturaleza pujante en la que el Hombre tenía que buscarse las habichuelas con un alto riesgo para su vida, lo que, sumado a las enfermedades explica por qué ningún neandertal entendería el título de la famosa película de Saura, Mamá cumple cien años.
La fuerza de la Naturaleza sólo la recordamos, en esta Málaga absorta ante las nuevas tecnologías como buena parte del mundo, cuando truena, ventea o graniza, como este fin de semana.
Pero hay signos por toda la ciudad que evidencian que, por mucho que intentemos cargarnos el Medio Ambiente, el otro medio nos sobrevivirá con creces, y ya pueden caer sobre la Tierra todos los Trump, Putin y Kim Jong Un del mundo, que la estulticia en un grado sumo no será suficiente para cargarse la vida natural.
Uno llega a estas reflexiones tan peregrinas, simplemente observando con fascinación pequeños detalles de nuestra ciudad. Ya comentamos alguna vez cómo, por la caja de registro del Paseo del Pintor Nogales, una pertinaz rama se empeña en salir al aire de Málaga y continuar su crecimiento, aunque de higos a brevas un jardinero municipal la pode.
Aquí tienen, para despedir el marchante mes de enero, otro detalle del poderío vegetal: Sólo tienen que descender a las bajuras del aparcamiento de la Plaza de la Marina. En concreto, hacerlo por ese lugar que pone de los nervios a la Fundación Mariano Benlliure (el autor del monumento al II Marqués de Larios), porque el Ayuntamiento no tuvo otra idea que colocar al pie del homenajeado esta entrada al parking, que también es salida de humos, así que el pobre de Manuel Domingo Larios, inmortalizado por uno de los mejores escultores de la Historia de España, sigue atufado por la contaminación, igual que el resto del grupo escultórico.
Penurias artísticas aparte, pues posiblemente aminoren con la reforma de la Alameda, nada más descender la escalerita se toparán con un cartel que ya de por sí es una pieza arqueológica, por su diseño de hace 20 0 25 años, en el que, se supone, se anuncia que antes de retirar el vehículo, el conductor debe obtener el ticket de salida. Y lo de se supone es porque el cartel lo tapa la briosa rama de un ficus, que pese al aparcamiento bajo tierra ha ido culebreando por el suelo de la Alameda para asomar en esos lares.
Así que, aunque el cambio climático convierta Málaga en Tarifa, no todo se lo llevará el viento. La Naturaleza persistirá.