El barrizal infecto con el que convivía el Puente de los Once Ojos ha pasado a la historia y ahora llega un limbo ajardinado para esta joya del Acueducto de San Telmo. Felicidades.
Corramos un tupido velo sobre la información municipal acerca de lo que nuestro Ayuntamiento piensa hacer en el entorno del Puente de los Once Ojos, en Ciudad Jardín.
Expresiones como «cualificar el monumento» o «utilizar su linealidad entre el campo-ciudad y establecer un eje unión entre ambas realidades» suenan a jerga ocultista de la Gerencia de Urbanismo, que en este arranque del siglo XXI está dejando para la posteridad un castellano que sólo podrán descifrar complicados ingenios tecnológicos de siglos futuros.
Pero si obviamos el español oscurantista hay que felicitar y mucho al Consistorio, pues se está esmerando en lo que antes era un rincón de Málaga con unas infraestructuras medievales y quizás ni eso.
Porque este asomo del arroyo Quintana antes de despedirse del campo y recorrer las bajuras del casco urbano era, hasta hace unos cuatro años, un barrizal infecto, en el que a nadie habría sorprendido la llegada a caballo de las huestes de Almanzor o de Fernando III el Santo. Quienes pagaban el pato eran los alumnos del Instituto Martín de Aldehuela, que se las veían y deseaban para acceder al centro. Además, no era raro que algún mamífero desaprensivo depositara basura en estos andurriales, en el límite entre el campo y la ciudad.
El Ayuntamiento de Málaga ha respondido a la perfección y además de rehabilitar este puente, el más lustroso del ninguneado Acueducto de San Telmo, ha ajardinado su entorno, con lo que ha acabado con la sensación de encontrarnos en plena batalla de las Navas de Tolosa y no en la Málaga de 2018.
Como sabrán los lectores, el pasado martes se anunció la segunda parte de esta actuación, que ya en su día comunicó con una civilizada escalera la vecina barriada de Cortijillo Bazán, con lo que los vecinos ya no tienen que apañárselas con una cuesta terriza.
Está proyectado un anfiteatro, un parque infantil y dos miradores, aprovechando lo pronunciado del terreno, elementos que sin duda dignificarán la zona aunque, ya se sabe, los anfiteatros construidos hasta la fecha suelen terminar infrautilizados para lo que están destinados, las actuaciones musicales y teatrales, y en su lugar se emplean como modernos ágoras en los que practicar el botellón (los del Puerto de la Torre y Monte Pavero-Mangas Verdes, por ejemplo).
En cualquier caso, el Ayuntamiento está demostrando ser la única administración verdaderamente interesada en recuperar el Acueducto de San Telmo, aunque sea en cómodos plazos. El resto parece dormitar en la fundación que, en teoría. se encarga de preservar esta joya del siglo XVIII. Queda comprobado que si un BIC no pertenece a una administración concreta, le espera un limbo mayúsculo aunque como se ve, de vez en cuando, un limbo ajardinado. Felicidades.