Pese a limpiezas periódicas municipales, los periodos se eternizan y la parcela entre el Parque de Huelin y el Cottolengo ya exhibe cerros de basura y escombros.
Los expertos en la vida del Greco resaltan que una de sus características principales era la gran diferencia entre lo que los clientes encargaban, en ocasiones con un pormenorizado detalle del encargo, y el resultado final, porque el genio de Creta hacía lo que le salía de los pinceles, y ahí está El entierro del conde de Orgaz como ejemplo.
Algunos vecinos de Málaga tienen una sensación parecida a la de los clientes del Greco y constatan la gran diferencia entre lo que los planes urbanísticos de la zona prometen y la cruda realidad a la que se enfrentan a diario.
Porque una cosa es la ordenación prevista por el Ayuntamiento y otra el desorden con la que se topan cada mañana, de tal forma que nuestro Consistorio, en algunos rincones de nuestra ciudad, a la vez que cobra el IBI debería regalar a cada vecino una teja, para que se rascara la espalda con la paciencia de Job.
Un caso de este tipo lo tenemos desde que el mundo es mundo en la calle Orfila, la que convive con un lateral del Parque Huelin.El problema es que, al otro lado el escenario idílico se troca en un descampado-aparcamiento que linda con la parte trasera del Cottolengo y con las últimas casas mata del Bulto y eso que el PGOU tiene señalada en este mismo sitio una parcela de equipamiento. Pero el único equipamiento que se percibe es el de algún coche tuneado. Y como curiosidad histórica, la supervivencia del pasaje Ferrería de Heredia.
Los vecinos llevan lustros lamentando que en este terrizo muchos coches se curan como los jamones y permanecen al sol abandonados, mientras su interior es utilizado por los indigentes; de hecho, el año pasado, casi por estas fechas, ardieron dos de estos vehículos sin oficio ni beneficio.
La situación, que se prolonga desde hace más de 30 años, no parece tener una salida fácil. En plena era digital el Ayuntamiento reconoce que no puede localizar a los herederos de esta parcela privada, que perteneció a un aristócrata, así que se limita a una limpieza periódica, informaba en 2016 el concejal de Medio Ambiente y de la Carretera de Cádiz, Raúl Jiménez.
Pero lo de «limpieza periódica» es una expresión imprecisa que puede aplicarse en cada glaciación, o esa es la impresión que tienen los vecinos, que han vuelto a toparse con una montaña de escombros y desperdicios, en una suerte de sucursal de Los Ruices al lado del Parque Huelin. Los vecinos creen que si el terrizo se asfaltara, disminuirían la porquería y los coches abandonados, muchos de ellos, apilados por el propio Consistorio, pero este señala que al no ser suyo el solar, sólo puede vallarlo, con lo que el entorno perdería plazas de aparcamiento.
Mientras tanto, las basuras escarpadas difunden el mensaje de que los vecinos, como el Santo Job o un cliente del Greco, tienen que repetirse eso de ajo y agua y esperar a que aparezcan los herederos del aristócrata que, quién sabe, igual era el conde de Orgaz.