Damos la bienvenida a 2018 todavía con el mosaico de la flamenca pixelada en la fachada del protegido Palacio del Obispo y otro similar en el de Salinas, gracias a un misterioso pero afamado gañán.
Ayer hablábamos del paso del tiempo y de la inmutabilidad de algunos monumentos de Málaga como la Catedral que, prácticamente, permanece imperturbable desde finales del XVIII por una conjunción astral (y secular) de ineptitud administrativa y falta de luces.
No ocurre lo mismo con el Palacio del Obispo, pese a que se concluyó en el mismo siglo en el que tuvo lugar el parón catedralicio. Como muchos recordarán, en mayo del año pasado Invader, un artista anónimo francés con patente de corso, hizo lo que le vino en gana en las calles de Málaga y llenó de mosaicos con motivos pixelados e infantiloides, inspirados en un videojuego de marcianitos de los años 80, numerosas fachadas de edificios, por supuesto sin pedir permiso a los propietarios.
Nada frenó al muchacho, que no tuvo reparos éticos en colocar la figura de una flamenca, con mortero de alta resistencia y fraguado rápido, en un Bien de Interés Cultural (BIC): el Palacio del Obispo y ya puestos, colocó otro pixelado en el Palacio de Salinas, de los siglos XVII-XVIII, también protegido y BIC.
El director del Centro de Arte Contemporáneo, Fernando Francés, aventuró entonces que la obra de este artista misterioso bien podía ser más valiosa que el mismo Palacio Episcopal. Y como entonces comentó un servidor, pudiera ser, porque en la burbuja de los tiburones del arte un Greco puede valer menos que un tiburón nadando en formol, ya que no siempre cotización y valía artística van de la mano. Por tanto, todo es posible.
Ignoramos la identidad del gañán nocturno (un gañán, según la RAE es un hombre fuerte y rudo y sus arriesgadas actuaciones no parecen propias de un enclenque), pero por su manera de proceder, además de una celebridad anónima del arte urbano es un irresponsable o un gamberro o ambas cosas.
Y como la maquinaria administrativa malaguita funciona a la velocidad del caballo del malo, hemos recibido 2018 con la gamberrada todavía intacta en la esquina de calle Císter con la calle Santa María, pues para variar, ¿quién costea la retirada de la flamenca y el arreglo de la fachada?
Para más inri, debajo de la flamenca algún ungulado ha dejado una pintada en la que se adivinan las palabras «wore» y «roña», así que si a eso sumamos una serie de casetillas de aparataje eléctrico, esta zona del Palacio del Obispo está ya preparada para que le coloquen una ristra de contenedores que completen la degradación.
En cuanto a quién paga este pato proveniente de Francia, da igual el cajón administrativo al que se eche mano: lo mismo da que sea el Obispado, la Junta, el Ayuntamiento o el sursuncorda. Para revertir la pillería el dinero saldrá, a fin de cuentas, de nuestro bolsillo.
Y ya puestos a pagar: ¿Nadie puede tomarse un poco de interés para aligerar la retirada?