La estupenda visita en grupo a la terraza de la Catedral permite disfrutar de magníficas vistas de Málaga y de las bóvedas rotas y agrietadas.
El tiempo pasa tan rápido que, como muchos sabrán, hace cien años que un grupo de bravas mujeres de Málaga, banderas en mano, salió a las calles de la ciudad a protestar por la carestía de los alimentos.
El firmante conserva un ejemplar de La Unión Ilustrada de la época, que pese a que solía centrarse en los banquetes, homenajes y competiciones deportivas de la burguesía, dedicó un amplio espacio a este hecho insólito para la época, con un par de fotografías espectaculares que demostraba que las malagueñas, a la hora de reclamar sus derechos, nada tenían que envidiar a las sufraguistas inglesas.
En esa Málaga a punto de encarar las aguas tranquilas de los años 20 -antes de que entraran en ebullición en la década siguiente- hay un elemento que no ha cambiado en su cambiante urbanismo y es la Catedral. Cierto que a lo largo del siglo XX se vio emparedada por un conjunto de edificios prescindibles como los de la Telefónica, Iberia y el Málaga Palacio, pero la verdad es que, un siglo más tarde, permanece casi en el mismo estado en que la contemplaron esas reivindicativas faeneras.
De las pocas novedades, las visitas guiadas a su cubierta desde 2015, que se realizan en grupo, después de que la Junta de Andalucía se gastara los cuartos de todos los andaluces de forma irresponsable para parchear las bóvedas catedralicias como sólo lo harían Pepe Gotera y Otilio. En este sentido, si al gran Ibáñez le faltaran algún día ideas para sus tebeos, las goteras y los desprendimientos de la Catedral de Málaga están a su disposición.
Así que las visitas en grupo a las cubiertas, perfectamente organizadas, eso sí, por una empresa que ha renovado por completo las visitas turísticas a la Manquita, pueden dejar un sabor agridulce entre algunos malagueños. Y no tiene nada que ver el hecho impepinable de que, para disfrutar de unas vistas únicas haya que subir casi 200 peldaños, pues un breve descanso por la gran terraza que asoma a la calle Císter permite reponer fuerzas a quienes no tienen el físico de un escalador del Tour de Francia.
El problema es el contraste entre unas vistas de ensueño, con la Alcazaba y Gibralfaro al alcance de la mano, los lejanos montes Coronado y el Cerro de la Tortuga y los campanarios de las principales iglesias de Málaga, sin olvidar el cabrilleo chispeante de sol sobre la bahía…y por otro lado, esas bóvedas con la cacareada segunda piel como la de un nonagenario, repleta de preocupantes grietas y grandes descascarillados.
Así que, echando la vista atrás a otras actuaciones memorables, un servidor concluye que de todas las administraciones con las que los malagueños tienen que convivir por fuerza, la autonómica es, en proporción, la más ineficaz de todas, quién sabe si por falta de personal, por exceso de puestos de confianza o por exceso de ocurrencias. Eso es, al menos, lo que a un servidor le transmite este dinero público dilapidado por todo lo alto.