Alrededor de una semana ha durado intacta una escultura de aires orientales en el primer pico del San Antón, a pocos metros de la cruz blanca que corona
el cerro.
El padre jesuita José Pablo Tejera, que a comienzos del año pasado celebró sus nueve primeras décadas subiendo al Monte San Antón, fue quien, en 1954, un año después de incorporarse al Colegio San Estanislao, coronó el cerro dedicado a San Antonio Abad, el patrón de los animales, con una pequeña capilla de madera con una imagen de la Virgen de la Victoria.
Se trataba de una capilla de estilo tirolés y la imagen era una lámina de cinc realizada por alumnas del Colegio de la Asunción.
Le sucedería una cruz de madera, de la que todavía se aprecian los cimientos y hace unos 20 años ayudó a erigir una cruz de hierro pintada de blanco que todavía se mantiene en pie, aunque con las pintadas de rigor de quienes desean pasar a una dudosa posteridad al recordar algo tan trillado y ausente de épica como subir este cerro asomado al casco urbano.
Mérito sí que tiene subirlo con 90 años (y puede que en unos días, con 91), como hace el padre Tejera y también, pertrechado de una escultura de aires orientales, agua y cemento, como hicieron las pasadas Navidades dos personas.
Un testigo directo de la hazaña cuenta a esta sección que la colocación de la escultura de color celeste, que a un servidor le recuerda a un guerrero o rey del antiguo Siam, pero que también podría tener connotaciones budistas o hindúes (disculpen la imprecisión),se produjo muy cerca de la Nochebuena y los autores de la gesta artística le rogaron a este testigo que no la tocara, pues el cemento tenía que cuajar.
Emplazada unos metros por debajo de la cruz, el conjunto ofrecía un bonito contraste, además de una lección sobre tolerancia religiosa que recuerda, hablando del padre Tejera, a esa mezcolanza de culturas que exhibieron los jesuitas en sus misiones de China y Japón, pero también en el Paraguay de los tiempos del dominio español.
Pues bien, todo esa tolerancia religiosa se ha ido al garete, da la impresión, por la acción vandálica de uno o varios mastuerzos, más que por la fiereza de los elementos.
Porque, si la escultura fue colocada muy poco antes de la Nochebuena, hacia el día 23 más o menos, el primer día del año ya lucía hecha unos zorros.
El autor de estas líneas, el pasado 1 de enero cambió los valses de Viena por la subida al San Antón para dar la bienvenida al año junto a unos familiares. Al llegar al primer pico se topó con la cruz llena de pintadas de montañeros y con los restos del guerrero siamés, hindú, Buda joven o deidad oriental. Para empezar, la escultura había sido arrancada de la peana, con parte de las piernas de propina y además, había perdido el brazo derecho.
Alguien, no sabemos si los autores de su primera instalación, la ha recolocado entre dos piedras, muy cerca de la cruz. Por lo poco que ha durado entera, la probabilidad de que sea troceada y espurreada por el monte es grande. Una lástima.
Qué barbaridad lo que hay que aguantar de tanto vándalo suelto!! Es impresionante cómo la cultura del respeto no sólo se pierde : es que se va hundiendo en el mar del tiempo y acabará como la tumba de Alejandro Magno : nadie sabrá dónde está.
El domingo día 7, estaba colocada cerca De la Cruz. Qué pena!! El brazo derecho está roto. Tengo fotos, pero no sé cómo colocarla aquí