De sólo tres visitas reales en más de tres siglos, hemos pasado a que la llegada de los Reyes de España a Málaga sea un acontecimiento normal.
Acabamos de dejar atrás la Nochebuena y el hombre barbado vestido de anuncio publicitario de la Coca Cola, así que en lontananza ya se vislumbra, aunque sea desde la Estación Espacial Internacional, la caravana de los Reyes Magos, que ya se ha puesto en camino.
Hace unos años, el Museo del Patrimonio Municipal organizó una completa y curiosa exposición sobre las visitas reales a lo largo de la Historia de Málaga. Hubo que concluir que Melchor, Gaspar y Baltasar habían sido mucho más constantes que la mayoría de los monarcas.
Hay que situarse, claro está, en el contexto histórico, en unos tiempos en los que las comunicaciones dependían de los barcos a vela y de la velocidad de los caballos, pero también, de la importancia de Málaga en la España de su tiempo, que dejaba bastante que desear.
Eso explica que, desde la visita de los Reyes Católicos, en agosto de 1487, que no acudieron a nuestra ciudad a tomar el sol sino a conquistarla, pasaran 137 años hasta la llegada del siguiente monarca, Felipe IV, en 1624, en tiempos de Góngora, Quevedo y Lope, pero no de Cervantes, que ya había pasado a mejor vida. El habsburgo durmió durante tres noches en la Alcazaba y, que sepamos, visitó la Catedral y recorrió la actual calle Granada para entrar en la iglesia de la Victoria.
El siguiente periodo sin visitas reales fue todavía más grande, casi dos siglos, en concreto 186 años y para algunos, no se trató, propiamente, de una visita real, pues quien entró en 1810 en nuestra ciudad y como Felipe IV, conoció la Catedral y la iglesia de la Victoria, fue José I Bonaparte, que estuvo alojado en una mansión de la actual calle Trinidad Grund, en la que vivía la familia Maury, de origen francés.
Más festiva y concurrida, 52 años más tarde, fue la visita de Isabel II, de la que nos ha quedado un pormenorizado libro. La reina de España entró por el Camino de Antequera y fue recibida por las autoridades, incluido el subsecretario de Gobernación, Antonio Cánovas del Castillo. Tres días pasó la monarca en nuestra ciudad, que se llenó de arcos del triunfo en su honor.
Su hijo, Alfonso XII, estuvo en Málaga dos veces: la primera vez (1877) en visita protocolaria, la segunda (1885) por necesidad, tras los terremotos de la Navidad de 1884.
Un punto de inflexión y, suponemos también, de las comunicaciones, se produce 30 años más tarde, en 1904, con la llegada en barco de un joven Alfonso XIII de 18 años. A partir de ese año, bien el monarca, bien la reina Victoria Eugenia en solitario con sus hijos, visitarían nuestra ciudad en seis ocasiones más, hasta 1928. Como su padre, Alfonso XIII también recorrería la ciudad tras una tragedia: las inundaciones de 1907.
Las visitas de Don Juan Carlos y Doña Sofía -a partir de 1972, siendo príncipes- no los convertirían en asiduos pero sí que, a partir de ellos, la llegada de un rey dejó de ser un suceso sin parangón.
¿Y quién los necesita…?