La última aventura de Astérix y Obélix tiene como uno de los elementos protagonistas la salsa de garum, tan apreciada por los romanos.
En el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida una lápida funeraria muestra el bajorrelieve de una niña de 16 años llamada Lutacia, con una pandura en las manos, un antecedente de la bandurria. La lápida fue encargada por su maestra y es una de las piezas más hermosas del arte romano en España. Como la mayoría de las lápidas de su tiempo, concluye con una preciosa frase: «Que la tierra te sea leve». Han pasado los siglos, pero este íntimo y precioso homenaje de una maestra a su alumna nos sigue emocionando y nos demuestra que las cosas esenciales no han cambiado, aunque en esa época no contaran con wifi.
La reciente premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, la historiadora británica Mary Beard, lleva muchos años desentrañando la vida de los romanos para acercarnos no sólo los grandes hechos de la Historia sino sobre todo la vida diaria de patricios, matronas, comerciantes y esclavos de todo el imperio. En ese sentido, es casi seguro que la Malaca romana, tan próxima a las Columnas de Hércules y a un océano tenebroso, estaría más cerca de la vida íntima de un comerciante de aceite de oliva, con escozores en la piel, deudas y dolor de muelas, que de unos decuriones lanzando al viento discursos difícilmente memorables.
De forma totalmente indirecta, uno de los tebeos más famosos del mundo nos ha recordado un atisbo de esa Malaca que el emperador Vespasiano convertiría en municipio. Se trata de la última entrega de las aventuras de Astérix y Obélix, Astérix en Italia, el tercer álbum que ya no dibuja Albert Uderzo sino Didier Conrad, con el guión de Jean-Ives Ferri. Aparte de que el dúo casi calca a su antecesor, en esta aventura -la más trepidante y redonda de las tres de la nueva etapa- está muy presente el garum, la famosa salsa de vísceras de pescado que volvía locos a los romanos y en la que Malaca basó buena parte de su prosperidad comercial.
Hasta la fecha, que un servidor recuerde, en las aventuras de Astérix no había aparecido la exitosa salsa, o si había aparecido, sería de una forma totalmente tangencial. En este caso, el garum -marca Lupus- es uno de los elementos protagonistas de la trama y propicia momentos muy cómicos, porque algunos de los personajes lo prueban y es lo más parecido a que saboreen una salsa picante mexicana.
Aunque los autores de Astérix en Italia exageren no van tan descaminados. Como alguna vez comentamos en esta sección, en 2006, en la (castigada) Escuela de Hostelería de La Cónsula, en los tiempos áureos en los que la dirigía con pasión Rafael de la Fuente, el profesor de la Universidad Católica de Milán, Attilio del Re, coordinó un almuerzo con doce platos de la Antigua Roma, basados en los libros de cocina de Apicio. Entre los platos no faltó el garum, que tenía un sabor muy intenso en el que predominaba la anchoa.
Los guías turísticos de Málaga ya pueden incorporar a Astérix a su catálogo de anécdotas.