Este mes se cumplen nueve años de la propuesta de Zegrí de abrir la conexión entre los dos monumentos por la coracha terrestre. El Ayuntamiento, al menos, se lo piensa.
En octubre de hace nueve años, el autor de estas líneas tuvo el privilegio de acompañar a miembros de la asociación cultural Zegrí a una zona de la Alcazaba vedada para turistas. Se trataba de la Coracha terrestre, el doble pasillo amurallado que comunica la Alcazaba con Gibralfaro, aunque la capacidad de comunicación, en nuestros días, sea como la de Puigdemont con Rajoy, por una decisión administrativa difícil de comprender.
La asociación Zegrí defendía entonces abrir al público este pasillo, con vistas incomparables de Málaga, pues los turistas podrían seguir el paseo de ronda hasta el castillo y emular a los vigilantes que, hace unos cuantos siglos, tuvieron la ciudad a sus pies. Entre las dos murallas, por cierto, se extiende un prado al que solo le faltan ovejas y una heroína de Jane Austen para sentirse como en la vieja Inglaterra.
Para rizar el rizo de esta histórica coracha repleta de atractivos, a la mediación un corte amurallado recuerda que en esta plataforma se emplazaron los cañones de las huestes de Napoleón. El fin: dejar la ciudad convertida en un queso gruyere si se torcían las cosas y las fuerzas españolas trataban de recuperarla. Por suerte, se marcharon con la música bélica a otra parte sin cumplir la amenaza.
La asociación Zegrí siempre pensó en las ventajas que tendría abrir esta comunicación directa con los dos monumentos más visitados de la ciudad, que además se convertirían, literalmente, en un conjunto monumental. Ocurrió también que en ese 2008, durante una semana de olvido administrativo, la empresa encargada de limpiar el camino peatonal a Gibralfaro se puso a coger alúas y la basura alcanzó proporciones épicas.
Pero incluso sin basura de por medio, el camino peatonal exterior es incómodo, con esas lascas de pizarra, en absoluto antiadherentes, que cualquier día se utilizarán para carreras de trineos o el desvencijado mirador de Gibralfaro, al que solo le falta pedir amparo en cualquier corte internacional.
En ese 2008, Izquierda Unida presentó una moción para que se estudiara la idea, iniciativa que contó con el rechazo de socialistas y populares, que no la veían clara, sobre todo por si la Junta de Andalucía tenía que pronunciarse. El entonces concejal de Cultura, Miguel Briones, explicó a este periódico que no cerraba la puerta a la propuesta. Nueve años más tarde, se ha vuelto a escenificar este gesto, con el reciente anuncio de un plan de mejora para la Alcazaba y Gibralfaro, que incluye el «estudio y puesta en marcha de una conexión adecuada entre ambos monumentos».
Bastaría con que los concejales más reacios a la propuesta dejaran el despachito y se dieran una vuelta por la coracha terrestre para que muchas dudas se disiparan.
Soluciones técnicas seguro que hay para esta preciosa iniciativa que animaría el Turismo. La puerta sigue abierta, pero siempre hay riesgo de que te la cierren de golpe y te dejen chato. Valor y al toro.
Totalmente de acuerdo, es una pena tener un espacio que se podría utilizar y además conseguir ese «conjunto monumental».
Animo y a seguir insistiendo, que a la última se consigue.